EL EFECTO GRETA

Podrá gustar o no, pero el efecto que ha provocado Greta Thumberg ha llegado para quedarse. La joven activista ha detectado dos síntomas, el primero es que el mundo está sufriendo graves cambios provocados por la acción del hombre, y muchos de esos cambios afectan a la salud de todos. El segundo es que las grandes corporaciones no van a hacer nada por evitarlo, y que los gobiernos son lentos y temerosos y no actúan con la velocidad necesaria. El resultado de esta evidencia es que son las personas las que deben tomar las riendas para parar el cambio climático, tanto con pequeñas acciones individuales como presionando a los Gobiernos para que legislen a favor de los ciudadanos, y no de las corporaciones.

Si nos ceñimos al mundo del automóvil, General Motors lanzó un coche eléctrico -Saturn- en 1996, y lo canceló sin dar a conocer los motivos. El grupo Volkswagen engañó a las autoridades vendiendo millones de coches que contaminaban mucho más de lo permitido y, aún hoy, la industria europea apenas tiene presencia en el sector de coches ecológicos. Todo ello llevó a Bruselas a legislar para reducir de forma obligatoria las emisiones de los automóviles, legislación que empezará a dar sus frutos en 2020 con mucha oferta en coches 'eco' para no pagar fuertes multas.

Imaginamos que el panorama en otros sectores debe ser similar: nadie está dispuesto a reducir beneficios, reparto de dividendos, subidas en las acciones y bonus a final de año porque sus productos contribuyan de mayor o menor manera, al cambio climático, y los Gobiernos no hacen grandes gestos, sino pequeños pasos.

Lo que impulsa la joven sueca es que los ciudadanos tomen cartas en el asunto y conseguir que personas, gobiernos y empresas cambien sus hábitos, leyes y actitud es frente al cambio climático. Ese es el efecto provocado por esta activista, algo que, nos guste o no, y nosotros compartimos parte de su criterio, ha llegado para quedarse.