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El multimillonario Bill Gates, que tras aburrirse de expandir su multinacional informática Microsoft se dedica a impartir doctrina ecologista por todo el mundo, tuvo a ... bien enfilar contra la ganadería y el consumo de carne. Ya saben de sobra los motivos 'establecidos' para ello en el pack al uso: el ganado contamina mucho, sobre todo los rumiantes, que expelen metano, y comer los productos cárnicos no es sano. Eso dicen, nos quieren veganos.
Si hay un país ganadero por antonomasia, es Uruguay. También Argentina, por supuesto, en términos absolutos, pero proporcionalmente a su tamaño, la nación uruguaya es relativamente donde mayor relevancia tiene todo lo que rodea la producción, el comercio y por supuesto el consumo de carnes. Su economía depende en gran medida de la producción y exportación de carne, de vacuno principalmente, y, por tanto, los embates globales del influyente Bill Gates y de su poderosa fundación extendieron la preocupación en tierras uruguayas y movilizaron a todo el mundo, no sólo a lo que entendemos aquí por el 'sector' (ganaderos, productores de piensos, industrias cárnicas, gastrónomos...) sino también a su Gobierno, que capitanea las acciones de respuesta para tratar de enderezar entuertos en defensa de los intereses contantes y sonantes.
Desde las altas instancias de Montevideo invitaron a Bill Gates a recorrer el territorio uruguayo que quisiera, preguntando e indagando lo que gustara, de modo que pudiera recabar amplísima información sobre una realidad que criticaba desde la lejanía, para contribuir así a facilitarle otra composición de lugar y posibles correcciones.
Bill Gates no ha ido -por ahora-, pero ha enviado a distinguidos miembros técnicos de su fundación que han contactado en directo en Uruguay con todo el mundo que han querido y se han podido llevar datos e impresiones distintas a sus postulados de partida. El Gobierno uruguayo mantiene la invitación a Gates y se ve así reafirmado en que éste es el camino a seguir.
Convendría que aquí se tomara buena nota de tal ejemplo, cuando un sector tan entroncado en nuestra economía y cultura, como el de los cítricos, vive momentos muy bajos en medio de la apatía general; incluida la de la Administración, que ya debería liderar respuestas.
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