La mañana del domingo 13 de febrero de 1972 Vicente Peris Lozar, empleado del Valencia Club de Fútbol desde 1939 y factótum de la entidad tras la desaparición, en 1956, de su maestro y mentor Luis Colina Álvarez, se levantó con el corazón atenazado por ... la pena después de conocer la muerte, el día anterior, de su amigo Antonio Sanmiguel, delegado de las secciones deportivas. La jornada, teñida por el dolor, se presentaba intensa para Peris: a las cuatro y media de la tarde, en Mestalla, el Valencia disputaba ante el Atlético un duelo crucial en la pelea por el título de Liga; a la finalización del partido, el gerente tenía previsto desplazarse a Cartagena para cerrar los fichajes de Pepín y Arango. Todo, sin embargo, acabaría quedando en un segundo plano, oscurecido por la peor de las noticias posibles.
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«Sufres demasiado, Vicente». Poco antes de partir en dirección al estadio, Peris recibió la visita en la sede del club, en la avenida de José Antonio, de Pedro Escartín, excolegiado de renombre reconvertido, en su madurez, en periodista del diario Pueblo. El veterano informador, que conocía al gerente desde que este, adolescente, entrara a trabajar en el Valencia, le consoló y animó por la pérdida de Sanmiguel. Y, como tantas veces, le previno: «Sufres demasiado, Vicente». Efectivamente, Peris padecía lo indecible en cada encuentro desde su juventud. «Todo se lo tomaba muy a pecho, sin preocuparse ni poco ni mucho de su salud», recordaba, años después, Jaime Hernández Perpiñá. Ya en 1946, tras un arbitraje infame que privó a su Mestalla de ser campeón de España de aficionados, había sido presa de un ataque de nervios del que, como explicaba gráficamente el historiador valencianista, «necesitó varias horas para recuperarse».
«Un día me vais a matar de un infarto». El partido, bronco, disputado, nada brillante, avanzaba lentamente, matizado por un gol de penalti de Claramunt en el minuto 40. En el descanso, según rememoraba un emocionado Miguel Ángel Adorno esta misma semana, el gerente bajó al vestuario. «Un día me vais a matar de un infarto», musitó poco antes de retornar a su localidad. Como en el más triste de los romances lorquianos, las nubes del presagio sobrevolaban ya Mestalla. Y no tardaron en concretarse. Tras atribuir las náuseas que sentía a una mala digestión, las señales de que algo más grave sucedía se hicieron evidentes. Ya en la enfermería, en la que aguardaban los doctores Rodríguez Cortés y Tormo y los masajistas Emilio Vicent y Paco Reig, Peris sufrió un colapso. Todos los intentos por reanimarlo resultaron inútiles. Un infarto de miocardio acababa de segar la vida del extraordinario gerente.
«La mayor y más amarga derrota del Valencia en su historia». La tarde del 13 de febrero de 1972 la historia del Valencia cambió para siempre. Esa tarde perdió no solo a su principal ejecutivo, sino al corazón del club. Al hombre honesto, trabajador y entregado que había situado al Valencia en la élite del fútbol continental y que había trazado, con evidente acierto, las líneas de acción del futuro. Esa tarde, como escribió Hernández Perpiñá, el Valencia sufrió la mayor y más amarga derrota de su historia.
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