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Era noche profunda y surgió de la nada, caminar errático, otra sombra invisible por el arcén en sentido contrario al tráfico. Escuálido como el de Alonso Quijano, el viejo galgo diluyó su rastro entre naranjos mientras en el observador germinaba la duda sobre cómo había llegado a esa situación, si escapó o lo abandonaron, y el desenlace incierto de su aventura. Recuerda el tópico que el perro es el mejor amigo del hombre, y cabría añadir que por lo general el hombre suele ser el mayor enemigo del perro. En una sociedad alérgica a la responsabilidad, un animal no debería acabar en manos de cualquiera. Lo tenemos claro cuando la reflexión se abre paso a dentelladas desde la crónica de sucesos. Un ataque, un titular ensangrentado. Entonces ponemos el acento en el perro nacido con la etiqueta de 'potencialmente peligroso', en los ineficaces controles de la administración o en la bestia bípeda que acostumbra a esconderse tras el animal agresor. Pero todos ganaremos si llevamos el análisis a los pequeños detalles. Adoro los perros, su valor pedagógico, el derroche de cariño a cambio de nada, y desde ese vínculo emocional defiendo que no todo el mundo está capacitado para tenerlos. La adquisición de una mascota debería conllevar un test psicológico previo en cualquier caso, sin que importe la raza escogida. Una prueba de compatibilidad. Demuéstrate a ti mismo que la deseas, demuestra a la sociedad que estás preparado y la mereces. Detrás de muchos abandonos subyace el capricho del niño mimado desconocedor de que lo que tiene vida no es un juguete. Si ves un perro defecar sin que nadie recoja sus heces, ensáñate con el cerdo que sujeta la correa. Cuando te cruces con un animal suelto, ya sea doberman o caniche, busca al irresponsable que lo sigue con la mirada desde la distancia. Pero no estigmatices al ser que ni eligió familia ni suele hacer nada para lo que no haya sido adiestrado. Rara vez un mal perro conduce a un buen amo. Es más frecuente el proceso inverso. Ahí reside la diferencia.

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lasprovincias El mal amo