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Cierto es que no se ejecutan la mayoría de las inversiones que aparecen reflejadas en los Presupuestos Generales del Estado. Verdad que las agencias estatales ... cuyas sedes parecían destinadas a tierras de la Comunitat acaban en A Coruña o Sevilla. ¿Seguimos esperando respuesta a nuestras alegaciones a la primera propuesta de modelo de financiación por perpetuar el perjucio económico que actualmente sufre la Comunitat o incluso una segunda intentona anunciada por Montero y que, sin embargo, no asoma por ningún lado? Seguimos. Es correcto pensar que los valencianos pretendíamos contar con algún tipo de arreglo al asunto de la falta de agua y esa carencia hídrica en torno al dichoso trasvase nunca termina de solventarse. Nadie desmentirá que teníamos intención de ver partir nuestras mercancías por un corredor mediterráneo que nunca termina de terminarse. Exactamente han pasado ya quince meses desde que Puig anunciase que tenía intención de pedir la gestión de los Cercanías y ese asunto sigue esperando mientras los trenes que salen de la Comunitat destino a Madrid acaban en una estación en el quinto pino. Tampoco llega el copago de los gastos de la ley de dependencia a pesar de que legalmente debería ser así y de que Puig salió de Moncloa en octubre de 2018 (cómo pasa el tiempo) con la promesa de que el Estado se haría cargo de cumplir con su parte. Todos los valencianos sabemos que podemos esperar sentados si pretendemos ir a una delegación de la Seguridad Social y ser atendidos personalmente por los funcionarios del Estado, que en la Comunitat ejercen el servicio público sin dar servicio al público que le paga, desatención presencial que, por alguna extraña razón, no se da en el resto del país, pero aquí sí.
Todo eso es verdad, pero el amor no entiende de cuestiones racionales ni de agravios. El amor peliculero, el de las coplas de rompe y rasga, no esas intentonas racionales y basadas en el respeto mutuo y tal.
«Te esperaba hasta muy tarde / Ningún reproche te hacía / Lo más que te preguntaba / Era que si me querías». Lo cantaba Concha Piquer y lo pudo tararear el sábado Ximo Puig a Pedro Sánchez, ese hombre que en los cenáculos valencianos del periodismo se jactaba de ser más federalista que el mismísimo presidente de la Generalitat. Eran otros tiempos. Cuando Puig prefería a Susana Díaz. A buenas horas le iba a cantar Puig, con la de cosas que tiene en la cabeza ese jefe del Consell. Puig prefirió aplaudir el sábado. Él y el resto del PSPV, contento de que Mr. Marshall acudiese a bendecir las listas municipales valencianas. Aún nos pasa poco.
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