![La EMT atropella a Compromís](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/201910/21/media/cortadas/analisis-director-kzZF-U90464749596tEH-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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No pocos cargos públicos del Botánico se han beneficiado durante años de ser considerados unos dogmáticos cegados por el sectarismo. Este sería el caso del conseller Marzà. Pero muchos de sus colegas compromiseros en realidad han aprovechado esta acusación ideológica para esconder otras taras mayores o añadidas; la de la pura insolvencia personal, la falta de desenvoltura, de desempeño, la escasa cualificación o preparación y una ausencia (casi) absoluta de sentido común para gestionarse a sí mismos, no digamos a los demás. En esa cuadra tendríamos a Nomdedéu el de Labora o al senador Mulet, pero al menos ambos andan estabulados en puestos inofensivos que les impide hacer daño a terceros. Otros compromiseros en cambio ocupan funciones vitales para la sociedad y su ejecutoria nos causa verdaderas calamidades; pongamos por caso a los concejales Grezzi y Fuset. Dos claros ejemplos que inhabilitan el famoso Principio de Peter («todo el mundo asciende en la jerarquía hasta que alcanza su nivel de incompetencia») puesto que ascendieron hasta la incompetencia municipal sin haber dado pruebas previas de competencia laboral alguna; en el mundo del trabajo real ni se les conoce ni se les recuerda.
Todos los nombrados, y otros no mencionados, llegaron a los cargos públicos de pronto en el 2015 con los cuarenta años bien cumplidos y más tiesos que el marido de Susana Díaz. Pero no tiesos de dinero, que también, porque ninguno de ellos rebasó el mileurismo después de dos décadas de supuesta cotización a la Seguridad Social. Supuesta remarcamos, porque ahí está el quid del asunto. Todos pasaron en 2015 de ganar unos cientos de euros mensuales a más de tres mil por un golpe de fortuna electoral. ¿Y por qué ganaban tan poco salario? Porque en veinte años de empleo fuera de la política (también supuesto) no habían aprendido a hacer nada y nada sabían; no tuvieron responsabilidades ejecutivas previas, ni éxito profesional, no acumularon una carrera sostenida de experiencia y/o conocimiento, no manejaron equipos, presupuestos o altas capacidades técnicas o científicas. Eran un puñado de maduritos estancados que gracias a la fortuna política se pusieron al frente de departamentos públicos, funcionarios y recursos financieros desde la inconsciencia más profunda y de ahí el estilo jaranero con el que se han movido estos años hasta que las ruedas de la EMT o unas gradas les ha pasado por encima. Por no ser, no habían sido ni siquiera concejales de la oposición; venían de la nada más absoluta.
Pere Fuset al menos parece buena persona, pese a sus inseguridades. Pero sólo alguien con tan poco fondo detrás podía conducirse de forma tan errática. Dejando al margen muchas de las polémicas que podía haberse ahorrado, se ha repetido en sus desaciertos con tesón, imputación a imputación, hasta que el toro le ha pillado por una desgracia enorme como la muerte de un operario mientras montaba un graderío en Viveros. Aquí no estamos hablando de las responsabilidades políticas del concejal, sino de las responsabilidades penales. Con toda seguridad se va a sentar en el banquillo bajo la acusación de homicidio por imprudencia grave, en el que según el juez el concejal tiene una responsabilidad directa, porque fue él en primera persona quien gestionó la contratación y la fórmula para elevar esa estructura cambiando las bases de la adjudicación, fue él quien no comprobó que el montaje incumplía los requisitos de seguridad, fue advertido por los Bomberos, fue multado por la Inspección de Trabajo y es también Fuset un posible prevaricador, según advierte el instructor, al conceder sin concurso la explotación del bar de Viveros a un contratista a cambio de pagar el montaje de las gradas. La chapuza no puede ser mayor ni estar más fuera del ordenamiento, y a falta de mala fe, apunta a una ausencia enorme de destreza y juicio para desempeñar sus tareas más elementales. Fuset está ya fuera de juego; en el momento en el que se abra juicio oral hasta Ribó le pedirá la dimisión, porque al escándalo político y a las torpezas gestoras se suma que tenemos detrás una muerte, la tragedia de una familia humilde. Pero, eso, a Fuset le salva que al menos no parece mala persona, que al menos no se hizo un nombre de pancartero y presumiendo de querer azotar la espalda de Rita Barberá, como el camarada Grezzi.
Si Fuset se pierde por liante, Grezzi es un verdadero tramposo de la acción política, un tío peligroso y con pocos límites que sirve de mozo de espadas al alcalde Ribó. Pero lo fundamental de Grezzi es que es otro incapaz, al que le acaban de sablear cuatro millones de euros en la EMT, la empresa pública presidida por él. ¿Es Grezzi responsable de la ejecutoria que ha permitido el fraude?, obviamente no. ¿Es responsable político?, seguramente no por el robo en sí mismo y probablemente sí por las decisiones que ha tomado posteriormente, ratificando al equipo gestor y hasta subiéndoles el sueldo. ¿Es además responsable administrativo como superior del comité ejecutivo y director último de las políticas de empresa?, esto es lo que se tiene que investigar y si se comprobaran los fallos sistémicos tendría que responder en los tribunales incluso con su propio patrimonio. Grezzi está bajo las ruedas de la EMT y le va a ser difícil levantarse.
La oposición ha ido a degüello y está haciendo su trabajo, que consiste sobre todo en acosar al concejal. Pero los intereses de la oposición pueden estar mermando en parte el interés general de los valencianos. El objetivo de Grezzi es taparlo todo y el objetivo de la oposición es destapar a Grezzi. Y ambos nos están haciendo caer en una trampa que empieza por el nombre de la famosa comisión de investigación. Lo que se ha montado en el consejo de la EMT no es una comisión de investigación, sino una comisión interna o una comisión informativa. Con la paradoja de que dirigen la investigación los propios sujetos sospechosos e investigados. Ribó nos ha colado un gol a todos, también a los medios de comunicación. Una comisión de investigación tiene que nuclearse fuera de la entidad investigada o nombrando a una persona externa y solvente para dirigir la investigación con plenos poderes, por encima de los políticos y consejeros. Y aquí lo que vamos a ver es una pelea entre los políticos que forman el consejo de administración y de la que no podremos extraer toda la verdad. Lo que necesita la EMT es una investigación forense, o forensic según los entendidos. La misma que se ha utilizado en el BBV por el caso Villarejo, o en Pescanova por el fraude contable, o en Isolux por la apropiación de fondos, o en la Sgae para cercar a su expresidente, o en el Palau de la Música, o en el Popular, en Cajamadrid, en la CAM y en tantas otras entidades. Y en todas ellas desembarca un especialista independiente con plenos poderes por encima de los políticos y se ocupa de las entrevistas, de estudiar los emails, los saldos bancarios, las estructuras jerárquicas y los flujos de procedimiento. Y extrae unas conclusiones, unas pruebas y unas evidencias que sirven tanto para la causa judicial como para la toma de responsabilidades internas. Y, por cierto, no necesita seis meses para concluirlo, sino unos días o unas semanas. Si la oposición hubiera optado por perder algo de protagonismo y forzar un informe forense independiente y profesional a Giuseppe Grezzi no le daría por reírse tanto de una situación tan poco divertida.
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