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Encantados con Mujica

Belvedere ·

Pablo Salazar

Valencia

Jueves, 13 de febrero 2020, 09:20

Todavía resuena el entusiasmo de los representantes de la izquierda valenciana -en sus diferentes presentaciones: la nacionalista, la federalista de nuevo cuño y la populista- por la visita del expresidente de Uruguay José Mujica para recoger el premio de Derechos Humanos que le entregó la Fundación por la Justicia. Un éxito de público, especialmente entre los jóvenes, necesitados de modelos políticos a los que admirar. Voy a dejar pasar en esta ocasión la más que discutible cuestión de que semejante reconocimiento recaiga en quien combatió con métodos que unos califican como «guerrilleros» y otros como abiertamente «terroristas» no sólo la dictadura que gobernó el país sudamericano entre 1973 y 1985 sino también regímenes democráticos cuyo funcionamiento era boicoteado violentamente por la extrema izquierda (lo cual convierte su caso en radicalmente distinto al de Nelson Mandela, invocado estos días de manera tramposa por algunos defensores de la trayectoria de Mujica; el líder sudafricano luchó contra un régimen íntrinsecamente perverso, el del 'apartheid', democrático sólo para la minoría blanca). Me interesa hoy más el hecho de que todos los políticos que tuvieron la oportunidad de escucharle o de reunirse con él durante su estancia en Valencia acabaron encantados, glosando y alabando sus virtudes cívicas y sobre todo el hecho de que durante su presidencia siguiera viviendo en la misma casita humilde de siempre, un ejemplo de austeridad personal que sin duda merece ser destacado. Pero lo llamativo es que lo vengan a decir quienes no han hecho gala precisamente de esa misma forma de vida franciscana, aquellos que en cuanto han podido -y como, por otra parte, es legítimo y comprensible- se han cambiado de casa para trasladarse a una mejor. Por no hablar de los que se pasan el día defendiendo la escuela pública y luego no tienen el menor inconveniente en llevar a sus hijos a un colegio privado. El listado de gran parte de esa izquierda valenciana encantada de haber conocido a Mujica nos muestra a numerosos cargos públicos que de la universidad han pasado a la política, con sueldos siempre generosos y garantizados, sin experiencia en otros campos, sin curriculum. ¿De verdad se ven tan identificados en el expresidente uruguayo? Como mucho, que salga Joan Lerma a presumir, que ya saben que durante sus doce años como presidente de la Generalitat y aún después siguió viviendo en su casa de siempre. Y cuyo mayor lujo durante las horas de trabajo en el Palau consistía en bajar a tomar un bocadillo de atún con aceitunas, según contaba alguno de sus más estrechos colaboradores.

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