Con energía cara, alimentos caros
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La comida sube de precio por tres motivos: porque la energía está cara y no para de subir, porque a base de ahogar con precios bajos han desaparecido legiones de productores y merma la producción y también porque, como resultado, llegado el momento de lo ... evidente, se escandalizan quienes creían que sería eterno un sistema productivo barato a ultranza y corren despavoridos al verle las orejas al lobo.
La tercera razón pueden cogerla con pinzas si quieren y a modo de exageración oportunista, aunque estaba cantado desde hace tiempo lo que vendría. Busquen por ejemplo lo que escribió Manuel Pimentel para anunciar 'La venganza del campo'. La segunda causa es obvia, aunque muchos la consideren inesperada: oferta y demanda. Pero la esencial, la que determina las reacciones en cadena, es la primera: la carestía de la energía.
La energía es la electricidad, el gas, la gasolina, el gasóleo..., pero también los fertilizantes que usamos para producir los alimentos que comemos. Para generar hay que gastar, y ningún sistema tiene capacidad para autorreproducirse. No hay movimiento continuo ni existe ningún círculo virtuoso que se engendre en sí mismo. La energía, ni se crea ni se destruye: se transforma, y cada vez que la transformamos en la actividad que sea perdemos capacidad energética, por lo que hay que inyectar más energía desde fuera del sistema para mantenerlo en marcha.
Un kilo de urea costaba 40 céntimos hace poco más de un año y hoy está en 1'40, pero lo peor es que apenas se encuentra en el mercado, porque han cerrado fábricas por el altísimo coste del gas. Los fertilizantes nitrogenados son derivados del gas y del petróleo y se fabrican con mucha electricidad. El fósforo y el potasio se extraen de minas y se procesan en fábricas que consumen mucha energía para elaborar, junto al amoniaco, nitratos o urea, compuestos que alimenten a las plantas y árboles que nos dan de comer. Europa cerró minas y fábricas por contaminantes y confió el suministro a países baratos con menos remilgos ambientalistas. Ahora cierran también sus fábricas por las subidas de materias primas y las sanciones por la guerra. La conclusión es que la electricidad se pone por las nubes y los abonos ya están en la estratosfera. En Alemania y Polonia escasean las coles porque no llueve y aquí dejan de plantarse porque se las comen los conejos y el coste del agua de riego, que es el de la luz, está prohibitivo. La leche y la mantequilla son de lo que más ha subido, tras cerrarse granjas sin parar. Claro, la mantequilla se hace con leche que sobre, y ahora no sobra. Faltan hasta legumbres, que venían de América. ¿Alguien ha visto de cerca algún campo de garbanzos?
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