John le Carré (Reino Unido, 1931-2020, autor de la célebre novela 'El espía que surgió del frío', 1963) afirmaba que es parte de ... la profesión de escritor y de la profesión de espía «aprovecharse de la comunidad a la que está unido para tomar información, a menudo en secreto, y ofrecérsela a sus amos, ya sean sus lectores o sus jefes en el espionaje». La idea es incómoda, difícil de digerir: Le Carré nos veía a los lectores como consumidores de carnaza humana. La cultura tiene su cara B.

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La productora del 'Sálvame', de Telecinco, reconoció en un comunicado el pasado 8 de abril que estaba siendo investigada en un proceso judicial por espiar a más de un centenar de famosos de forma ilegal, aunque subrayaba que eran «absolutamente falsas las atribuciones de actividad de espionaje». De momento, resultó inevitable que en la mente de muchos televidentes se incrustasen imágenes subidas de tono, con mini-cámaras de video-vigilancias camufladas en floreros o en lámparas de las habitaciones para conocer al detalle la vida sexual de influencers e hijos e hijas de cantantes famosas.

Del posible espionaje al mundo rosa hemos pasado en los últimos días a evidencias sobre espionaje al más alto nivel político en España. Ya se no se trata de cotilleos porno o líos sentimentales de famosillos. El asunto afecta ahora a secretos de Estado y geo-políticamente delicados. Y eso ocurre en un momento muy preocupante: Marruecos, Argelia, Ucrania, Rusia, el gas, el petróleo... Con la ayuda esencial de la revolución tecnológica, los espías pueden saber ahora, con bastante facilidad, todo lo que dicen y hacen los gobernantes, los científicos, los empresarios, los periodistas...

Esos mismos avances conseguirán que los fabulosos ingenios técnicos de última generación se enteren también y clasifiquen todo lo que pensamos. Hay una excelente película de ciencia-ficción dirigida por Steven Spielberg, 'Minority Report' (2002, con Tom Cruise y Max Von Sidow), basada en un relato corto de Philip K. Dick titulado 'El informe de la minoría' y ambientado en Washington D. C. en el año 2054, que plantea un tema similar: unos policías especializados, a los que llaman 'El equipo Pre-Crimen', saben con anterioridad los delitos que van a cometerse en las próximas horas. Los agentes intervienen de inmediato: «Queda usted detenido porque esta tarde pensaba agredir a su vecino».

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En esa sociedad imaginaria, los pensamientos y deseos oscuros de cualquiera de nosotros tendrían la categoría de realidades punibles. Si esto fuese así se cumpliría al cien por cien el título de la penúltima película de Luis García Berlanga: 'Todos a la cárcel' (1993, rodada en Valencia). Sí, todos a la prisión, ya sea por unas faltas u otras. Por fantasear en terrenos resbaladizos, por desahogarse, por acariciar -insisto, mentalmente- cuerpos maravillosos...

La profesora Rosa María Ricoy Casas, doctora en Ciencia Política por la Universidad de Vigo, opina que la crisis del Estado-nación para hacer frente a los retos de gobernabilidad de las sociedades en la era global «conduce inexorablemente al cuestionamiento de la propia teoría del Estado tradicional». Hemos entrado en una nueva era.

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Vivimos los años iniciales de un periodo histórico caracterizado por una inquietante innovación en las formas de vida, la cultura y la política.

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