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EL EQUIPO CENICIENTA

La cantina ·

Jim Valvano llevó a North Carolina State a protagonizar una de las mayores sorpresas de la historia del baloncesto

Domingo, 10 de febrero 2019, 10:39

A veces el contenido de esta cantina viene a la carta. Como esta historia, producto de la extorsión de mi compañero Manolo, de Alzira, empeñado en que contara la hazaña de Jim Valvano, un personaje único.

Jim Valvano, un neoyorquino de padres napolitanos, convirtió en campeón a un equipo del montón. El equipo cenicienta, como gritó el narrador del partido que vieron 50 millones de espectadores justo después de que Lorenzo Charles, que después pasaría por el Llíria como temporero, metiera la canasta decisiva en el último segundo. «¡El equipo cenicienta lo ha conseguido! ¡El zapato de cristal encaja y los wolfpack ganan el campeonato nacional!». La sorpresa no fue únicamente que North Carolina State se convirtiera en el campeón de la NCAA en 1983. Lo increíble fue su manera de hacerlo, con triunfos imposibles desde la primera ronda.

Pero vayamos al principio. O mejor, vayamos al final. Porque Lorenzo Charles murió en 2011, con 47 años, después de chocar el autobús que conducía. Y Valvano, dos meses después de pronunciar su célebre discurso en los premios Espy, que acumula millones de visitas en YouTube, falleció por un cáncer, también con 47 años, en 1993. Valvano fue un charlatán con una marcada vis cómica que lideró un grupo que se dijo predestinado a ser campeón. Sus discursos se inspiraban en los de Vince Lombardi, el mítico entrenador de los Green Bay Packers, de la NFL. Pero no fue fácil. «No tenía pinta de entrenador, más bien parecía un humorista», explica uno de sus pupilos, recordando su llegada en 1980, en el documental 'Sobrevive y avanza'. En los primeros entrenamientos les sorprendía, de vez en cuando, con un ejercicio insólito: cortar las redes de las canastas. La broma escondía una lección: Valvano les demostró que lo que al principio costaba mucho esfuerzo, con el tiempo, con la práctica, se podía convertir en algo realmente sencillo.

Toda esa cháchara estaba muy bien, pero luego se quedaban lejos de los mejores. Hasta que, el tercer año, en 1983, derrotaron en la ACC al equipo de North Carolina, con Sam Perkins y Michael Jordan. Perdían en la prórroga por seis puntos y quedaban dos minutos cuando todavía no había reloj de posesión. Estaban muertos. Pero Valvano les obligó a llevarles a los tiros libres (1+1) y fallaron. Esa victoria, la primera de muchas imposibles, cambió su mentalidad.

En la final de la ACC derrotaron a Virginia, que tenía a Ralph Sampson (2,24), que había renunciado a la NBA para intentar ser campeón. Valvano acabó defendiéndole con dos jugadores y formando un triángulo con los otros tres. Otra victoria. Campeón de la ACC. A cortar las redes. En la primera ronda de la NCAA forzaron la prórroga, cuando parecía impensable, llevando a los tiros libres al mejor lanzador de su historia (falló los dos primeros en sendos 1+1). En la siguiente tumbaron a Nevada Las Vegas, que había menospreciado a Thurl Bailey, uno de los pívots de Valvano, que hizo un partidazo y anotó la canasta decisiva en el último segundo. Valvano le llevó a la plantilla una saca llena de cartas. En una de ellas, una mujer explicaba que su marido estaba en coma y que NC State le había dado un motivo para creer. En ese momento ya no era una cuestión de ganar o perder, sino de esperanza.

Virginia y Ralph Sampson volvían a cruzarse antes de la Final Four. Era una utopía ganarles dos veces seguidas. Y más cuando llegaron a estar siete abajo a falta de siete minutos. Los wolfpack volvieron a remontar. En las semifinales vencieron a Georgia y en la final se medían con Houston, un equipo alucinante con Larry Micheaux, que acabó en el Pamesa, Clyde Drexler y Hakeem Olajuwon (uno de los mejores pívots de la historia de la NBA). Su balance era de 31 victorias y dos míseras derrotas. Nadie apostó un dólar por los wolfpacks. Valvano les dio a los jugadores una de sus charlas. «No salieron a la cancha, atravesaron la pared de ladrillo», rememoraba un ayudante. Llegaron empatados al final y en la última jugada, Whittenburg falló un tiro, pero Charles recogió el balón y lo machacó. Eran campeones. 'Sports Illustrated' lo definió como un milagro y lo escogió como el momento más importante del baloncesto universitario del siglo XX. Diez años después el cáncer venció a Valvano, ya inmortal para la historia del deporte. Por si acaso alguien olvida su espíritu, dejó una recomendación en su lápida: «Tómate tiempo todos los días para reír, pensar y llorar».

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