En la mitología griega se creía que el destino estaba por encima de todos los dioses. Cuando una mujer daba a luz aparecían las moiras para predeterminar inexorablemente el futuro de su hijo. Los designios de las dos jóvenes riojanas que durante 19 años han ... intercambiado sus identidades parecen haber estado regidos por ese temido hado. El azar quiso que nacieran un mismo día del año 2002 en el desaparecido Hospital San Millán de Logroño pero con apenas cinco horas de diferencia. Las dos necesitaron incubadora. Cuando se recuperaron y llegó el instante de ser arropadas por sus madres se rompió el orden natural. Se torció su sino. Nadie sabe, o nadie cuenta, cómo pudo ocurrir algo tan grave en pleno siglo XXI en España. Fueron entregadas a la madre equivocada. A la consejera de Salud del Gobierno de La Rioja le faltó añadir que fue cosa de las moiras: «Fue un error humano y no hemos podido concluir quién fue». Una exigua respuesta ante demasiados interrogantes teniendo en cuenta que, además, el caso se ha destapado por casualidad. Aquel intercambio de bebés provocó un intercambio de familias. Una de las niñas creció en un hogar estable pero la otra no. Fue criada por su (supuesta) abuela. Hace años ésta pidió una manutención al (supuesto) padre y la cosa acabó con pruebas de ADN. Y fue entonces cuando se desveló la mentira. Se abrió una investigación que ha concluido desenmascarando la verdad pero sin atribuir responsabilidades por la grave equivocación. Una de las afectadas solicita tres millones de euros. El ejecutivo riojano le ha propuesto una compensación de 215.000 euros. ¿Cuánto vale una realidad arrebatada? ¿Hay dinero que pueda restablecer un daño así? Esta joven ni siquiera tendrá la oportunidad de poder reencontrarse con su verdadera madre porque falleció.
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Hace unos días, desgraciadamente, se apagó la luz de la joven periodista Olatz Vázquez. En junio del año pasado le diagnosticaron cáncer gástrico con metástasis abdominal. Durante meses acudió a urgencias quejándose de todo lo que sufría. Los facultativos lo achacaban a otros motivos. Estalló el estado de alarma y la prueba para la detección de su tumor se pospuso tanto que cuando se lo diagnosticaron fue tarde. Ella ha estado contando su lucha contra el horror hasta el final. Una lucha contra el tiempo que le robaron por una sucesión de 'errores humanos' que ignoraron su dolor.
Historias de vida antagónicas pero en las que la sentencia del destino la dictó una mala praxis hospitalaria. Hay veces que la desgracia golpea ineludible como en la tragedia griega. Pero otras en las que se puede evitar o prevenir. Y la sanidad pública en la que confiamos y pagamos está para eso.
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