Es la frase de moda: 'Es lo que hay'. La escuchas a diario, a todas horas, por cualquier razón. Vale para todo y contiene una ... carga de resumen final de la cuestión que se esté planteando, del argumento que se lance, del debate en liza, por el motivo que sea.
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Cada vez son más quienes van pertrechados con ese 'Es lo que hay' por si acaso, por lo que pueda pasar, para soltarlo a la menor ocasión, como arma dialéctica concluyente. De modo que hay que ir preparados a escuchar la frase en todo momento, por cualquier razón. Quien no esté por la labor, que ande avisado de la tendencia, porque a la más mínima le van soltar: 'Es lo que hay'.
Vale para todo. Da igual que se hable de fútbol, de política, de avatares profesionales, de lo mal que lo hace el Gobierno, cualquier gobierno, del desbarajuste que hay en el ayuntamiento del pueblo, del de enfrente, del de al lado; del trato en el trabajo, de lo exigentes que están los jefes, de los caprichos de éste o aquél; de lo pésimo que está el tráfico, de la sinrazón de tal cambio en las normas de circulación, de la falta de inversiones, de lo cara que se ha puesto la vida, de si es mejor un coche híbrido o uno enchufable y para cuándo lo del hidrógeno, del disparate del laberinto burocrático, de las citas previas, de las listas de espera, de si hace demasiado frío cuando tocaría algo menos o si hace tiempo que no llueve, como si llueve demasiado o aprieta el calor y no debería. Hay como un tono de descontento allá al fondo, para sacar a flote enseguida un irremediable conformismo.
La pauta suele seguir casi siempre un estilo similar: se argumenta esto o lo otro, se expresa una serie de quejas o lamentos, se citan ejemplos que ilustren el caso... y de repente se remata con el consabido 'Es lo que hay', que estalla como un arrebato definitivo, una demostración absoluta que venga a ratificar que se está en lo cierto, una resolución indudable. Cuando la verdad es que más bien implica una resignación total, un sometimiento a 'lo que hay' y una ausencia de capacidad y voluntad de rebelarse contra lo que sea, aunque sea una revolución casera, como de rellano de escalera, sin ánimo de nada, sin madera de héroes. Pero al menos de no aceptar porque sí 'lo que hay', si es que no gusta. Porque si no hay remedio, pues el tiempo dirá, ¿no?, pero, como mínimo, plantear cierta batalla, y no limitarse a lugares comunes e ideas recibidas.
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Es recomendable tener paciencia, pero al mismo tiempo conviene no conformarse con cualquier cosa y esgrimir de vez en cuando un espíritu crítico que se va perdiendo. Limitarse de continuo a 'Es lo que hay' no es más que síntoma de una ola de complacencia y comodidad que se ha instalado entre nosotros: pura decadencia.
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