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Urgente Lluvia de premios en La Primitiva hoy: más de 193.280 euros entre diez jugadores este sábado

La carretera se estrecha, serpentea hacia el cielo. La escapada ha llegado a su momento crítico. Hierve el asfalto, igual que los ánimos, la tensión subrayada por el crepitar de los pedales que resuenan como tambores de guerra a medida que se adivina la meta. A estas alturas el trío de fugados ya intuye que algo no funciona. Con lo bien que iba todo, maldice el jefe de filas del equipo rojo. Mucho mejor de lo que podían imaginar en el control de firmas, sin mayor aspiración entonces que enrolarse en alguna aventura solitaria para chupar cámara a beneficio del patrocinador. Les dejaron ir, pero ya queda claro que por detrás se ha activado la caza. Las encuestas, las malditas encuestas que antes daban alas, ahora acalambran las piernas, como quedó patente en la meta volante de las elecciones andaluzas. Los augures presagian neutralización y volata, un desenlace con foto finish, y la colaboración que les ha traído hasta aquí cede paso al recelo. Cualquiera de ellos podría escribir un tratado sobre amistades peligrosas. A Sánchez su discurso ya no le llega ni para ajustarse el calapié. El rey del 'no es no' pide un 'sí' a sus presupuestos, reclama cariño a quien sólo dio cera, y no precisamente de la que arde. Mira a un lado y ve el rostro hierático de Torra. Poco puede esperar del nacionalismo, atrapado en su ficción, ahora en modo Monty Python con su duelo cainita entre el Frente Judaico Popular y el Frente Popular de Judea. Mira al otro y aparece un Iglesias con el rostro ya tan amoratado como su maillot. El chalecito de Galapagar, el dinero negro del subalterno, el ocaso del mito chavista, el golpe bajo del camarada Errejón... El mejunje ideológico lleva a pensar que cuando hablaban de Marx no se referían al viejo Karl, sino a Harpo. Y mientras por el último repecho asoma el pelotón. Plato grande, piñón pequeño. Tira la escuadra del líder caído, a la que sentó bien el avituallamiento. Casado, otro adicto a las amistades peligrosas, cabalga impulsado por el viento de cola de Vox. Ha arriesgado en los abanicos, con el ladino Rivera a su rebufo, siempre a verlas venir, consciente de que ese estímulo que llega desde el flanco derecho lo mismo empuja que te tira a la cuneta. Una pancarta. Último kilómetro. Ella dictará sentencia.

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