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Llama la atención. Algo está pasando en China que no nos cuentan. Sólo es una sospecha pero sólo así se puede intentar comprender como hoy, ... a las puertas de la vida sin restricciones en casi toda Europa, se mantengan bajo algún tipo de aislamiento a más de 200 millones de personas. Y bajo medidas extremas. ¿No les parece extraño?
Las imágenes que han trascendido de las fuerzas de seguridad bloqueando la salida de edificios con sopletes en mano o construyendo de nuevo las barreras físicas para separar y aislar barrios entre sí son, como poco, un viaje al pasado. Separar familias enteras o aislar menores en centros públicos alejados de sus padres son decisiones tan radicales como abrumadoras a estas alturas. Si siguen la actualidad china en los periódicos y en las televisiones habrán comprobado que todo suena como una repetición de cuando hace dos años escuchamos hablar de una extraña enfermedad contagiosa en una lejana ciudad llamada Wuhan. A cuando empezó todo.
Cuentan las crónicas que en Pekín este fin de semana hasta los karaokes estaban vacíos. Ni siquiera se han llenado los restaurantes de cangrejos de rio picantes que parece que según los usos y costumbres chinos son ahora lo más. Y eso que estaban en pleno puente festivo. La población ha visto anulados en la práctica sus derechos para frenar la expansión del virus en un país que, a pesar de todo, no ha logrado frenar la escalada de contagios.
Mi lado malpensado tras dos años pandémicos me conduce irremediablemente a sospechar que detrás de estas medidas tan extremas hay otras razones que no han trascendido todavía en forma, por ejemplo, de nueva cepa que intentan controlar. ¿Qué esconde China? El tiempo lo aclarará pero lo cierto es que la OMS mantiene el sistema de vigilancia en alerta por la variante XD, una nueva versión, y ya llevamos unas cuantas, con parte de delta y un poco de omicron.
Con todo, lo cierto es que la enfermedad de COVID se ha convertido en una suerte de medidor de libertades públicas. La tesis de Isabel Díaz Ayuso ha acabado por demostrarse en la práctica y por comparación porque la respuesta de cada país va por barrios. Ante las mismas circunstancias cada uno reacciona de manera bien distinta. De un lado, Gran Bretaña, Alemania o Bruselas recuperando la antigua forma de vida permitiendo moverse sin mascarillas desde hace ya varios meses y, al otro extremo, el régimen chino bloqueando salidas y separando familias con la justificación de la política de covid cero. Y así, como por la mitad del tablero, nos encontramos nosotros a las puertas del exhibicionismo facial o empezando a convivir hasta en el trabajo con enfermos de covid. A partir de la semana que viene podremos liberarnos de las mascarillas para casi todo. No sé a ustedes, pero después de tantos meses observar comportamientos tan dispares me genera, como poco, cierta inquietud. ¡Benditas vacunas!
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