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Escrito antes de partir hacia Venezuela

Escrito antes de partir hacia Venezuela

Una pica en Flandes ·

Este viaje al nido del populismo tiene algo de encuentro con el fantasma del futuro, como en el cuento de Dickens

ESTEBAN GONZÁLEZ PONS

Lunes, 18 de febrero 2019, 09:01

Ahora mismo, mientras usted lee esta columna, hará unas horas que yo habré aterrizado en Venezuela. Y no puedo asegurarle cuál será mi situación. La embajadora de la Unión Europea me advirtió que: «La visita no es considerada oportuna por Maduro, no garantiza el permiso de entrada». Y el embajador de España que: «Están duros, al viaje dicen que no y sólo que no». Por tanto, en este momento, perfectamente puedo haber sido expulsado del país, encontrarme retenido o, no hay que descartarlo, estar pisando nuevamente las calles de Caracas y llorando por los detenidos, los desaparecidos, los hambrientos, los enfermos y los muertos. Si todo ha salido bien, a estas horas ya me encontraré ayudando a que llegue la urgente ayuda humanitaria y apremiando la celebración de elecciones presidenciales.

Encabezo una misión de eurodiputados del Partido Popular Europeo. Me acompañan, entre otros, Gabriel Mato y Nacho y Juan Salafranca. Tenemos una invitación de la Asamblea Nacional de Venezuela, un órgano constitucional reconocido incluso por Maduro (aunque después de forma ilegítima lo haya desposeído de poder), así que legalmente nadie puede detenernos ni impedirnos cruzar la frontera. Vamos a mantener una reunión con Juan Guaidó, la primera con políticos europeos desde que las democracias del mundo lo reconocieron como presidente interino de Venezuela. También nos esperan la propia Asamblea y una larga lista de oenegés sobre el terreno y personalidades cuyos nombres no anticipo por temor. En nuestro ánimo está colaborar discretamente a favor de la paz, nada que ni de lejos pueda considerarse una provocación.

Yo estuve en Venezuela mojándome cuando las elecciones parlamentarias y me informan que desde entonces la patria hermana se ha empobrecido todavía más, si eso era posible. Que el territorio, devastado por el hambre y la falta de medicinas, se lo disputan revólver en mano policías locales, militares, chavistas armados y narcoguerrillas. Ángel Expósito recién llegado de la raya con Colombia hacia donde la población camina, camina y camina, me advierte: «Esteban, la desesperación es tan absoluta que te disparan para quitarte los zapatos».

Antes de Chávez Venezuela era un país más rico y más moderno que España, ¿cómo ha podido pasarles esto? Mi amiga Ada Iglesias responde: «No hubo cabeza política más que para el facilismo, se hizo de la envidia la razón de la política y la riqueza era vista con malicia hasta que alcanzaba al envidioso». Algo de eso, incluyendo la pena de telediario impuesta por una nueva inquisición, nos ocurre en España. Lo que les ha pasado a ellos nos puede suceder a nosotros. Este viaje al nido del populismo tiene algo de encuentro con el fantasma del futuro, como en el cuento de Dickens. La libertad y la democracia europeas se juegan también en Venezuela, créanme. El populismo es la ruina.

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