Protesta contra el decreto de plurilingüismo de 2017. jesús signes

Escuela identitaria sin castellano

EL ESTADO DE LA EDUCACIÓN ·

La eliminación de la consideración de lengua vehicular abre la puerta a la inmersión, a un modelo monolingüe que no reconoce a parte de la ciudadanía

PABLO ROVIRA

Martes, 10 de noviembre 2020, 07:35

Entiéndase que el castellano es una lengua especial, pues se aprende mejor si no se cursa en el colegio. Ésta es la teoría que sustentan los defensores de la inmersión que, en el fondo, piensan que los castellanohablantes son extranjeros lingüísticos, lo cual licencia al Estado para hacer lo que ningún estado, al menos democrático y actual, hace: negar algo tan ordinario como estudiar en tu lengua materna en un territorio donde es oficial, histórica y mayoritaria. Ante esto, no sufro, qué va, por el castellano. Cierto que la aprenderán, aunque sea en menor grado culto, todos los ciudadanos, y en el hipotético e improbable caso de que se perdiera un castellanohablante, la pujanza del idioma en otros países garantiza el futuro de esta lengua. En EE.UU. los latinos ya representan la principal minoría. Si me apuran, ni siquiera está en riesgo su aprendizaje funcional por parte de nuestros niños. Al contrario de lo que se cree, no es un debate educativo sino político: cuando la identidad democrática también la marca la lengua, su presencia en las instituciones define la ciudadanía, por lo que arrinconar una de las lenguas oficiales en la escuela, una institución pública, degrada a una parte de la ciudadanía.

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Ni siquiera hay que temer al modelo de inmersión lingüística desde el enfoque pedagógico. Ya lo tuvimos, de hecho, en el anterior modelo lingüístico que regía con el Partido Popular en el Gobierno, con aquellas líneas en valenciano que, curiosamente, al adaptarse al modelo plurilingüe del Botánico -sentencias de por medio- han tenido que incorporar mayor presencia del castellano. El salto es, de nuevo, político. El problema no es que la ciudadanía pueda optar por un modelo escolar de inmersión lingüística -como podía hacerlo con el PP en el Consell- sino que no pueda optar por alguna alternativa. Si hay un modelo único, debe caber la diferenciación de proyectos, como de alguna forma rige ahora, con la asignación de porcentajes por parte de los centros a cada lengua vehicular.

Otro argumento falaz es que la inmersión lingüística catalana favorezca la cohesión social. Ja. No hay más que hacer la comparativa política entre la generación educada por este modelo que ahora se sienta en el Parlament de Cataluña y la que lo hace en Les Corts, cuya escolarización fue durante el modelo de líneas. ¿Me quieren decir que hay mayor armonía, concordia, cohesión en el norte que aquí? ¿Estamos de verdad los valencianos por recibir lecciones de cohesión de aquellos que hace un tris se pelearon hasta romperse familias por sus diferencias identitarias?

¿Qué puede suponer ese cambio en la Lomloe en nuestra tierra? Educativamente, según si el Consell lo intenta con la inmersión, que no lo creo, o simplemente modifica la actual ley autonómica para que quepan también las antiguas líneas exclusivamente en valenciano. La enseñanza de castellano, con la nueva redacción, se cumple con la clase de Lengua.

Políticamente, un pacto de interés partidista que quita a la lengua mayoritaria una condición que en normas de menor rango se reconoce a idiomas extranjeros. Una renuncia progresista, de construcción de un Estado igualitario garante de ciudadanía y derechos -y no digamos nada lo opuesto que supone esta enmienda a una visión liberal-, que acepta el marco ideológico nacionalista de exclusión identitaria. La escuela identitaria tiende al monolingüismo.

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