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En España no hay chicos altos y guapos a la vez

UNA PICA EN FLANDES ·

Domingo, 24 de abril 2022, 01:55

Sostiene Piluca que el cerebro se inclina hacia la belleza y que, por tanto, cuando observamos a alguien de manera parcial tendemos a completarlo del modo más agradable posible. Por eso las caras con mascarilla nos parecen repletas de simetrías, porque inconscientemente les atribuimos nariz, labios y mentón armoniosos. Nadie que vea sólo unos ojos puede presuponer la nariz de gancho, los dientes torcidos o la verruga con dos pelos rizados que vienen a continuación. Sostiene mi amiga Soraya que las videoconferencias ocultan a los demás si tenemos cuerpo o no y que el regreso a lo presencial nos devolverá a la crudeza de las tetillas masculinas, las barrigas de buque rompehielos o los muslos de pollo de corral, que asomados al ordenador todos usamos la misma talla de pantalón. O sea, que tras las restricciones volvemos a ser feos y gordos. Y sostiene Marietita que en España no hay chicos altos y guapos, y a partir de ahora podrá confirmarlo: los altos no son guapos. Llaman síndrome de la cara vacía al miedo a quitarse la mascarilla y mostrarse en público tal como se es, pero no hay nombre para el síndrome alternativo y complementario, para el pánico a que los otros se quiten la mascarilla y se nos presenten con sus rostros reales. Por ejemplo, no sé si existe el síndrome del pecho destapado, pero debería. ¿Era preciso enfrentarse al velcro negro que el presidente Macron lleva extendido por dentro como si fuera una camiseta? Con motivo de las elecciones ha publicado una foto con la camisa abierta hasta el ombligo en la que exhibe un torso con la densidad capilar de un felpudo. Ahora siempre que lo vea no podré pensar en otra cosa. Lo de considerar singular la fealdad y presumir de ella tiene límites, no digo que haya que acomplejarse, pero tampoco pretender ganar votos por enseñar una pechuga hirsuta. Dicen que vuelve la estética masculina de los 70, que el Cristo de Dalí al cuello, la pelambrera y los cuadros vaqueros desabrochados a lo Burt Reynolds mandan, y Macron lo confirma desde París. Ha muerto la metrosexualidad, viva la democracia.

Para dejar la mascarilla, los psicólogos aconsejan hacer una lista de situaciones incómodas, quitársela progresivamente, primero ante grupos pequeños, y darse tiempo. Bueno, eso, justo eso, es lo que yo hago cada verano para calzarme el meyba. Al final, si le damos tantas vueltas, lo de enseñar la cara va a ser tan delicado como enseñar el culo. Pues liberémonos, hagamos como Macron y conquistemos el mundo con nuestra 'velleza' al viento. Chicos, ser feos no puede asustarnos tanto como coger covid.

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