Defiendo la existencia de la España pasmada o, lo que es lo mismo, un colectivo desorganizado pero abultado de personas -con tendencia al crecimiento- que ... observan atónitas y con cierto pasmo, como la España oficial se enreda a diario con asuntos en apariencia graves y consistentes pero que en realidad no llegan nunca a aterrizar. Se quedan muy altos y sobre todo lejanos a los problemas que realmente rodean al común de los mortales, a la gente normal.
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Se ha usado y abusado tanto de la construcción de relatos en esta nueva época que al final las cuestiones prioritarias a resolver se las viste -o disfraza- con nombres y especialmente cifras de colores para acabar desvirtuando lo esencial. Y me explico: ofrecer a diario el precio de la luz con cifras no equivalentes a la potencia de consumo que aparece en la factura nos complica su interpretación y encubre la poca eficacia del gobierno por resolver un problema estructural que arruina a los ciudadanos cada mes y que beneficia no sólo a las compañías eléctricas sino también al propio gobierno de España que es accionista de Red Eléctrica Española. ¿Se acuerdan de la prima de riesgo? Seguro que aún no han podido olvidarla porque casi se convierte en un miembro más de la familia.
Cómo vivimos los españoles el confinamiento requeriría muchas líneas para analizarlo, pero seguro que aún recuerdan a Fernando Simón ofreciendo cifras, porcentajes y datos oficiales a la trágala mientras los hospitales estaban saturados de personas muriendo en soledad. Pero todo eso no lo vimos porque el espacio informativo lo ocupaba siempre Simon.
Son problemas cíclicos y aparecen tan rápido como desaparecen y se vuelven a crear de la nada: la renovación del Consejo General del Poder Judicial, la memoria histórica y el lio de quitar o poner nombre a las calles, el soberanismo catalán y las mesas bilaterales de negociación o si conviene que todos tengamos los mismos impuestos o no. Son como globos de colores construidos para el entretenimiento o escarnio general que se hinchan, vuelan y explotan tan rápido como se suceden otros nuevos o se vuelven a hinchar los del mismo color otra vez. Se hinchan y se deshinchan.
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Pues mientras todo esto sucede, conviven muchas personas que existen ajenas a todo este ruido orquestado. Que hace ya algún tiempo opta por no poner la televisión como antes y que se ha pasado a las plataformas para ver mejor series o películas a la carta; que se han distanciado de los sindicatos porque ya no se sienten defendidos como antes; que no salen a la calle a manifestarse por casi nada porque no se reconocen en las batallas ideológicas que ahora tanto se llevan. Que, en definitiva, evitan sulfurarse porque reconoce los globos a distancia y que prefiere vivir mirando hacia delante ajenos a tanto artificio porque no quiere, no puede o sencillamente no pueden permitirse el lujo de perder su tiempo.
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