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El repique de campanas al unísono en miles de iglesias retumbó como en la rompida de la hora de Calanda. Se quebró el silencio cotidiano en el que se despiertan desde hace décadas en miles de puntos de Aragón, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Extremadura y zonas limítrofes en Galicia, Andalucía, Catalunya y, también, la Comunitat Valenciana. El paro del pasado viernes reunió a los supervivientes que permanecen en 3.800 municipios de interior y que cuando salen a la calle comparten un mismo lamento: «Cada año hay menos gente». El desplazamiento de los núcleos rurales a los urbanos ha provocado un erial en una gran parte de nuestro país, caída en el olvido. El otro día se manifestaron para exigir un pacto de Estado que frene la drástica despoblación que arrastran tal y como corrobora la tendencia estadística. En los últimos veinte años las zonas de mil o menos habitantes han perdido unos 142.000 vecinos. El 80% de las localidades de catorce provincias están en peligro de desaparecer según el INE. En la mayoría de los casos carecen de servicios esenciales y vías de comunicación. Están aislados. Cuando se acercan los comicios, los políticos les visitan para hacerse la foto y, después, si te he visto no me acuerdo. Gracias al ruido de sus protestas han logrado situarse en el mapa de los problemas pero nunca han entrado en las prioridades de la agenda de los líderes, entretenidos en sus rifirrafes electorales. Pero eso, atención, podría cambiar, en pro de la archiconocida expresión si la montaña no va a Mahoma (...), y en pos de una todavía mayor fragmentación en el Congreso que permita que se escuche a los invisibles de la periferia desierta, ignorada por la capital. Por eso, una de las novedades más interesantes para el 10-N, incluso mayor que la del 'Más País' de Errejón -sobre todo por lo que implica en términos de iniciativa ciudadana-, es que la plataforma 'Teruel existe' concurra a las urnas como agrupación de electores. Su objetivo es obtener 15.000 votos con los que alcanzarían un escaño-si el partido vencedor no les dobla en sufragios- en la Cámara baja, un escaño que con una aritmética parlamentaria tan volátil podría ser decisivo o, cuanto menos, necesario para una investidura.
En su ensayo 'La España vacía. Viaje por un país que nunca fue', Sergio del Molino explica que el origen de la marginación actual de esas extensiones geográficas de quasi imperceptible densidad demográfica se sitúa en lo que denomina el «gran trauma» que supuso el éxodo del campo a la ciudad propiciado desde el proceso de industrialización franquista. Hartos de ser ignorados y utilizados a conveniencia de los colores de unos y de otros, ahora toman las riendas «contra la desvertebración territorial y la creciente desigualdad de oportunidades entre ciudadanos españoles» en una «revuelta» que podría devolver el sentido al hemiciclo de la carrera de San Jerónimo.
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