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El espejo perico

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SILLA DE ENEA ·

El Valencia y el Espanyol presentan numerosas coincidencias históricas

JOSÉ RICARDO MARCH

Lunes, 13 de julio 2020, 07:30

La Liga más extraña de la historia sigue devorando etapas a velocidad endiablada mientras escupe estampas y noticias que confirman la voladura de los últimos restos de un fútbol de otro tiempo. De nuestro fútbol. La última, el descenso a Segunda del Espanyol tras veintiséis años de presencia ininterrumpida en Primera, me revuelve el estómago. Lo siento de veras tanto por los amigos pericos (Sergio Abión, Carlos Marañón, Gerard Terrón) como por la masa social del club, apasionada, heterogénea, sometida durante años a la dictadura del plato único en casa y a una demonización nacida de la reinvención de la historia practicada por la intelligentsia culé. Lo cuenta de fábula, como de costumbre, Enric González, ilustre e ilustrado aficionado blanquiazul, en su brevísimo, y muy recomendable, 'Una cuestión de fe' (Libros del KO): «Mientras los vencedores inventaban su historia, el Español no inventaba nada. Y se encontró a la sombra de la historia ajena. (...) Sin un relato propio, la sociedad blanquiazul, bastante más extensa de lo que creen los propios pericos (...) se vio obligada a envolverse en la elemental bandera de la resistencia».

Resulta interesante acercarse al Espanyol realizando un ejercicio de historia comparada con el Valencia. Sus trayectorias son, en muchos puntos, coincidentes, y la repetición de algunos datos y cifras, más que llamativa. El Espanyol ganó su primer título estatal, la Copa de 1929, en la famosa 'final del agua' disputada en Mestalla. El Valencia debutó en Primera en Sarrià en 1931; también en el viejo estadio, desaparecido a finales de los noventa como consecuencia de la especulación inmobiliaria -y en el que el Valencia fue el último equipo visitante-, jugó la final de la Copa de la España Libre en 1937; a principios de los cuarenta ambos clubes rivalizaron para liderar el fútbol de la posguerra: en 1940 el Espanyol ganó la Copa, tras descabalgar al Valencia en las semifinales, y un año más tarde hubo revancha, esta vez en la final, que dio al 'equipo eléctrico' su primer campeonato estatal; ambas entidades dispusieron de espléndidas canteras y potentes secciones deportivas que compitieron en disciplinas como el ciclismo o el atletismo; ambos, Valencia y Espanyol, debutaron en competición europea, la Copa de Ferias, en la misma temporada, 1961-62, una edición que se acabó apuntando el Valencia; Sarrià fue escenario de la emotiva consecución de la Liga por parte del Valencia en 1971; Mestalla, de la no menos vibrante victoria copera del Espanyol en 2000; un partido en Montjuïch supuso el punto de inflexión para que la gloriosa roca de Benítez alzara el vuelo en diciembre de 2001. Y otro inolvidable enfrentamiento contra los pericos, en abril de 2002, fue el preludio de la primera Liga blanca desde el milagro ocurrido treinta años atrás.

Incluso si nos asomamos al aspecto social resulta sencillo hallar concomitancias entre los dos clubes. Ambos se convirtieron de manera forzosa en sociedades anónimas deportivas en 1992 (aunque los catalanes se hallaran en una situación económica límite, infinitamente peor que la del Valencia) y fueron dirigidos desde entonces, y hasta la segunda década del siglo XXI, por representantes del empresariado local. Ambos, a pesar de los éxitos deportivo, acabaron lastrados por una deuda inasumible, y fueron vendidos en 2014 y 2016 a inversores asiáticos, so pretexto de salvarlos de la desaparición, entre el aplauso casi general. Hoy, cuando el proyecto de Lim en el Valencia vuelve a zozobrar, da vértigo mirar al espejo perico.

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