O bipolaridad, como ustedes prefieran. Pero así es la política valenciana, una imposibilidad metafísica. Así no hay manera de que esta región tome el impulso ... definitivo. Algunos hispanistas llevan tiempo combatiendo esa idea negrolegendarista sobre el exotismo español, pero que somos cacho raros, lo somos. Punto. Una anomalía. Nuestros políticos, como proyección fiel de la sociedad de donde surgen, se pasan los días soplando y sorbiendo con el ánimo de obtener beneficio de ambas acciones. Y no sólo los de ahora. Los gobiernos del Partido Popular mantenían un pie en la tierra mojada y otra en el asfalto seco en lo que respecta a lo social y cultural. De esta manera, por ejemplo, bajo su mandato se educó a toda una generación de ciudadanos que jamás les votarían por fachas, franquistas, españolazos y castellanistas. Sólo hizo falta que un tercio de sus votantes habituales les abandonaran por el desgaste natural y los casos de corrupción para acabar penando en la oposición durante ya dos largas legislaturas. Y lo que te rondaré morena. No me digan que esa no es una actitud raruna. Pero volvamos al presente.
Publicidad
Todos los partidos políticos tienen sus corrientes internas; el PSPV no es la excepción. En la formación izquierdista valenciana, como en la nacional, reside un socialismo que el Eric Arthur Blair poumista motejaría de «socialismo de derechas». Ese que por burgués es más pragmático y terrenal y que algo habrá tenido que ver en el éxito que ha supuesto la elección de Sagunto como sede de la factoría de baterías de Volkswagen. Sin embargo, en el interior de ese movimiento pugnan, como ángeles y demonios, el alma socialdemócrata europea con la catalanista. Ambas incompatibles. Y es que la segunda, por sectaria, reaccionaria y protoseparatista, lo conecta íntimamente con esa coalición Compromís que ha entregado en bandeja de plata la celebración de la Copa América de vela 2024 a su capital totémica, Barcelona, o que sigue en el empeño cerril de paralizar el ensanchamiento del puerto de Valencia. Por el contrario, el veterano socialista valenciano Aurelio Martínez, como máxima autoridad portuaria, lucha con denuedo por la ampliación. El equilibrio delirante de gobernar a favor y en contra de la Comunidad Valenciana a la vez.
Aquél que defienda que sosteniendo una actitud cómplice, sumisa, acomplejada o complaciente con el nacionalismo catalán y cediendo incondicional y recurrentemente la educación de las generaciones futuras a sus radicales de Escola Valenciana, la vida de la gigafactoría alemana de baterías en el Campo de Murviedro se extenderá más allá de dos décadas, o alucina o está en el ajo.
Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La explicación al estruendo que sobresaltó a Valladolid en la noche del lunes
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.