Pasa el tiempo y la muerte es ahora una hilera de números. Una de esas clasificaciones que se miran, como las de los deportes, para ver los goles a favor y en contra. Estadística. Todos los fallecidos son lejanos, todas las resurreciones son locales. Nos aferramos al silencio, ya no queremos escuchar nada más, esperamos que se abran las puertas y, tal vez, soportar la culpa por tanto dolor anónimo.
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