Urgente La Lotería Nacional de este sábado deja el primer premio en tres municipios afectados por la dana en Valencia

Bendito ruido, alabadas sean las verbenas, dichosos los atascos y benditos los falleros. Hemos tardado dos años en volver a la casilla de salida, más o menos magullados y, ¡cómo no! las Fallas toman de nuevo la ciudad del Turia. Con sus bondades, sus inconvenientes ... y una previsión de mal tiempo, solo apta para valientes. Pero echábamos mucho de menos ese olorcillo a churro pasado por aceite a precio de perfume. He vuelto a revivir una de las experiencias falleras que más satisfacción me producen y es invitar por a un foráneo a vivir por primera vez una mascletà. En la plaza del Ayuntamiento, cerquita, en el mogollón y sin anestesia, es decir, con ese puntito masoquista de saber que no hay marcha atrás en mitad de todo el gentío. Antes de la hora mágica y durante unos pocos minutos en una breve charla explicativa sobre el devenir de la mascletà, se le intenta preparar al foráneo de lo que a las 14:00 horas va a suceder. En función de la sensibilidad de cada personaje, la experiencia de la mascletà siempre suele ser impactante y en la mayoría de las ocasiones tachada como de locos. Imagínense si además coincide con la mascletà que disparó Ricardo Caballer que, con sus 229 kilos de pólvora, hizo temblar la plaza desde el primer segundo como queriendo recuperar los dos últimos años perdidos y dejando claro que el apellido Caballer juega en otra liga. No es de locos, es que no hay palabras para definirlo.

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Vuelven también los petardos a los casales, a las calles, vuelve la música que suena a las 4 de la madrugada en la Falla que está debajo de tu casa mientras intentas dormir porque mañana trabajas. Bendito ruido por poder sufrirlo y sentirlo tras dos años de encefalograma plano. Estamos en Fallas con un ojo en Ucrania y otro en el cielo, pero hemos conseguido llegar hasta aquí. Pelearemos hasta el último minuto para poder disfrutar de la Ofrenda a la Mare de Déu, del olor a pólvora de cada mascletà o del arte que esta tarde pueda resurgir de la muleta de Morante frente a los toros de Juan Pedro Domecq. Manzanares, el Juli, Roca Rey, el toro en el albero y el humo del caliqueño, el Farias o el Cohiba vuelven a donde nunca debieron faltar.

Por último, el tráfico. Ninguna ciudad del tamaño de Valencia asume un cierre tan estricto y radical de su zona centro como el que sucede en Fallas. Fastidioso pero imprescindible. Nada puede estar al gusto de todos y sin embargo su conjunto crea satisfacción popular. Después de la travesía por el desierto ¿quién se puede quejar? Que vivan las Fallas, menos para Putin.

Pelearemos hasta el último minuto para poder disfrutar de la Ofrenda a la Mare de Déu

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