Ha transcurrido más de un año desde que el gobierno de España realizó la presentación del documento 'Estrategia España 2050'. Se organizó un gran acto ... en el museo Reina Sofía de Madrid, al que asistieron numerosas personalidades y que contó con un despliegue mediático propio de un memorable acontecimiento político, ya que una noticia de esta naturaleza tiene mucho calado porque su desarrollo es importante y trascendente para el futuro de varias generaciones.
Y tras todo ese boato, ¿qué ha sido de este visionario documento? Da la sensación que, en un corto periodo de tiempo, de él tan solo queda el eco de sus palabras y la sombra de sus tapas.
El documento realizaba un estudio prospectivo de la sociedad española situado en el horizonte de los próximos 30 años. Una iniciativa muy interesante, para tomar decisiones y planificar acciones con el objetivo de alcanzar una sociedad de progreso con mayores cuotas de bienestar social. Y para ello era muy importante saber qué queríamos ser como Nación y qué papel queríamos jugar en el futuro.
El documento, en su inicio, hace mención a una frase de Séneca que dice: «Ningún viento será bueno para quien no sabe a qué puerto se encamina».
Una cita reveladora que pone en valor los buenos propósitos que albergaba el estudio. Sin embargo, examinada esas generosas intenciones, el análisis y la reflexión nos mostraba el sesgo y la interpretación, el maniqueísmo y la disquisición y rápidamente te dabas cuenta de que el puerto de partida era una ficción y el de llegada una pura quimera. Con un buen barco, pero con una tripulación inexperta, difícilmente se pueden surcar océanos o mares.
Cuando se quiere de verdad hacer una apuesta para ganar el futuro, hay que comenzar por afrontar con decisión, convicción y seguridad los problemas que la sociedad tiene planteados en la actualidad. Pretender hablar de un largo futuro, cuando no sabemos enfrentarnos a los retos del presente, es sembrar la semilla del sofisma social y económico en la sociedad.
Quizás, visto el futuro a ritmo de tango, 20 o 30 años no sean nada, pero es que lo nuestro es un cante jondo, de lamentos, de emociones, de sentimientos que son del presente y que afectan a gran número de personas que lo único que quieren es trabajar y vivir en paz y armonía.
Para realizar un plan estratégico aceptable, la clave está en efectuar un buen diagnóstico. Los médicos sabemos la dificultad y la importancia que entraña realizarlo, porque de él depende el éxito del tratamiento. Y analizar con rigor, con veracidad y neutralidad la realidad de la situación de la sociedad española, en términos de bienestar, supone un acto de valentía cuando lo hacemos en el entorno de la política, y en este caso, una vez mas, el coraje político para asumir la realidad ha pasado a un segundo plano.
Desde el principio de su elaboración, nos encontramos ante un documento atemporal e irreal porque muchos de los datos aportados en el estudio eran previos a la pandemia y el escenario de actuación tenía un plano aparente porque muchos de los parámetros e indicadores económicos y sociales que se exponían en el estudio ya no tenían validez. Con posterioridad, se han sucedido una serie de situaciones de gran impacto que han cambiado, con certeza, la previsión de ese futuro. La Guerra en Ucrania y sus consecuencias en las políticas energéticas y en la economía internacional han terminado de anular y dejar sin contenido las buenas intenciones que albergaba esa mirada nublada del gobernante hacia el año 2050.
Hace tan sólo un año, este gobierno se encontraba ufano, dispuesto a olvidar la crisis profunda provocada por el covid, y sin embargo hoy nos levantamos con una situación de trance mucho mas complicada y con un horizonte venidero difícil de vislumbrar.
Por ello, ante este ambiente de incertidumbre que nos rodea, debemos buscar la auténtica realidad de las cosas para poder entender y encontrar las soluciones. Puede ser muy complejo, pero tan solo hace falta valor para enfrentarse a la verdad, y coraje para tomar las decisiones precisas, porque como decía el Dr. Claude Bernard, «quien no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra».
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