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Las generaciones más jóvenes alucinarán cuando dentro de unos años vean a Susanna Griso contando sus miserias sentimentales y otra clase de entresijos en algún programa. Tal vez haya vivido con el humorista Jorge Ponce un romance, cuyos detalles pormenorizados habrán podido conocer a través de las revistas del corazón. Por su parte, Amaia Romero terminará en un 'reality' de supervivencia buscando la relevancia que el mundo de la canción ya no le da.
Puede parecer descabellado este vaticinio hoy en día, pero lo mismo hubiésemos dicho los que crecimos en los años 80 si nos llegan a contar lo que varias décadas después sucedería con la entonces reputada reina de las mañanas, Teresa Campos, el humorista colaborador de un concurso de éxito Bigote Arrocet, y la estrella de la música pop nacional Vicky Larraz. Y ahí están, demostrándonos que nadie es eterno, que el paso del tiempo es inmisericorde con todos -incluidas las celebridades- y que la vida da giros que ningún guionista hubiese imaginado. Espero que alguien guarde esta columna para que en un futuro se puedan valorar mis capacidades adivinatorias.
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