Poco antes de quitarse la vida, Isabel confesó a su psiquiatra, así consta en su informe médico, que se sentía incapaz de salir de la espiral en la que se había encerrado. Sus padres han denunciado por todas las vías posibles que, pese a las ... alarmas, la unidad de salud mental del Hospital de Requena no activó el plan de prevención del suicidio de la Generalitat Valenciana. Como avanzó este periódico, la conselleria de Sanitat ha abierto un expediente contra la psiquiatra y la psicóloga que trataban a Isabel. Sabemos que hoy una persona se suicidará en la Comunitat. Es una predicción basada en la estadística autonómica. En el conjunto de España, los últimos datos oficiales corresponden a 2020. El año en el que estalló la pandemia de coronavirus fue también el del peor registro desde que empezaron a contabilizarse estos decesos, a principios del siglo XX: 3.941 suicidios. Un número que esconde una palabra maldita de la que poco o nada se habla pese a ser la primera causa de muerte no natural en nuestro país. Casi duplica los fallecimientos por accidentes de tráfico. Se ha normalizado la proliferación de agresivas campañas de la DGT que sensibilizan sobre las fatalidades del exceso de velocidad o las distracciones al volante. Es aceptado, incluso agradecido, que en las autopistas existan paneles en los que se puede leer «lo importante es llegar». Sin embargo, no se plantea como un asunto urgente de salud pública la instalación masiva de carteles por las esquinas de pueblos y ciudades con mensajes como «no estás solo» o, como dice Ángel Martín, «lo importante no es lo que eres ahora, sino lo que puedes llegar a ser si te reenfocas». Que hay mucha gente agotada de sufrir y necesitada de auxilio no es una suposición. Es una evidencia si volvemos a los datos públicos. El teléfono 024 de prevención de la conducta suicida -que se estrenó, por cierto, antes del verano- recibió 15.000 llamadas solo en su primer mes de funcionamiento.

Publicidad

Pero ante esta herida abierta en canal, la política permanece de perfil. Ha habido propuestas parlamentarias que han caído en saco dejando, presumiblemente, a cada autonomía con su criterio -y no todas lo tienen- porque todavía no se ha implementado un plan nacional de prevención del suicidio. Una reivindicación reiterada por psiquiatras como Luis Rojas Marcos que insisten en que la «mayor barrera» para la prevención es «el estigma indeleble que marca tanto a los protagonistas como a los allegados». Y así es como «la espesa nube de tabú y rechazo social que envuelve a los actos suicidas encubre la verdadera magnitud del problema». Romper el estigma es concienciar. Y concienciar es a todos los niveles, no solo en atención primaria y hospitalaria, también en colegios. Que el suicidio se pueda prevenir significa, por tanto, que también se puede evitar.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad