La transparencia tiene que ver con rendir cuentas a la ciudadanía de la gestión pública. Era un asunto capital al inicio de la pasada legislatura, ... cuando se puso a carburar la Agencia Antifraude, se llenaron todos los huecos que el PP dejó en la Inspección General de Servicios (IGS), se puso en marcha ese Consell de Transparencia que obligaba una ley del PP y, por si alguien titubeaba, se creó una conselleria, la de Transparencia, para que nadie tuviera duda de las cristalinas intenciones del Consell. En la segunda legislatura la cosa cambió. La IGS pasó (literalmente) a mejor vida, se ha desmontado aquel consejo y la conselleria ha pasado a otras manos con otras prioridades. Y de la transparencia se ha mutado al exhibicionismo, que no es lo mismo, porque esto segundo tiene más que ver con la incontinencia del tripartito a la hora de procesar sus enfados, reconciliaciones y crisis internas. Mejor para nosotros, obviamente, pero no sé hasta qué punto beneficia a la ciudadanía.
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El Consell ha radiado minuto a minuto su tránsito político intestinal. Durante dos semanas hemos sabido que Puig se lo iba a pensar, que Puig ya se lo estaba pensando, que Puig creía que es necesario pensárselo, que se lo había terminado de pensar y hasta cuándo tenía intención de informar sobre aquello que se siente forzado a hacer. Y mientras, en Compromís, que un martes dijeron que no iban a mover un dedo porque sus consellers eran todos unos campeones, al día siguiente se encontraron con que uno de ellos, Vicent Marzà, echa el cierre y se va. Y eso fuerza a convocar ruedas de prensa (en la sede de la coalición y no en la de Educación, a pesar de que su dimisión era de conseller, lo cual es una desconsideración notable a la institución en la que ha estado siete años y que le ha permitido crecer como político) y celebrar ejecutivas por doquier y por narices. Una salida, la de Marzà, que es, en realidad, un segundo intento. Del primero también tuvimos un amplio serial, con él negando algo de lo que informó todo el mundo. Eso no es transparencia sino un exhibicionismo muy acorde con estos tiempos en los que en las redes sociales explicitamos todo lo que amamos y odiamos sin pudor. Todo es todo. Que conste que me estoy tirando piedras contra mi propio tejado, porque todos estos culebrones políticos llenan páginas y ocupan días. Sin embargo, los valencianos tienen el tiempo justo para observar la vida política. Bastante tienen con sobrevivir a su día a día, cada vez más caro. Así que, si por casualidad, cuando pueden poner la oreja, lo que les llega son diatribas, la percepción que se genera es muy perjudicial si lo que se pretende transmitir es que el Consell está en lo que (se supone que) está.
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