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Hemos pasado de la guerra fría soterrada a la guerra inminente; no es que Putin haya desaparecido del mapa en los últimos años pero, reconozcámoslo, ... estaba un tanto oscurecido. En parte por la proyección de la política exterior de Donald Trump, que nos tuvo en vilo durante su mandato con sus coqueteos con China y Corea del Norte. Lo mismo intercambiaba amorosas misivas con el líder norcoreano Kim Jong Un (»Me escribió cartas hermosas y son cartas geniales. Nos enamoramos») -misivas que, por cierto, se llevó a su casa, junto con una nota de Obama y otros documentos, incumpliendo la normativa-, que amenazaba a China con imponer elevados aranceles al comercio en 2018 para poner fin a las hostilidades dos años después. Planeaba la sospecha, especialmente en el caso de su relación con Kim Jong Un, de que sus arrebatos amorosos no eran otra cosa que cortinas de humo destinadas a tapar los problemas que le asediaban a nivel interno.
Sin embargo, tanto Ucrania como Rusia jugaron un papel importante en la presidencia de Trump. En un caso, al sospecharse que Trump habría presionado al presidente ucraniano para que investigara los negocios en Ucrania del hijo del Joe Biden, actual POTUS (President of the United States) y rival en las últimas elecciones. Era esta una de sus grandes bazas, porque las supuestas irregularidades de Biden hijo hubieran salpicado, sin duda, la candidatura del padre. Trump se aferró a ella con uñas y dientes, sin resultado.
El momento estelar 'ruso' de su presidencia fue la investigación que Robert Mueller, consejero especial, llevó a cabo sobre la posible interferencia de Rusia en las elecciones que dieron la victoria a Trump. Fueron, recordemos, las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos en 2016 en las que se puso de manifiesto la circulación a gran escala de noticias falsas, destinadas a minar la campaña de Hillary Clinton. La investigación de Mueller, en la que los demócratas depositaron todas sus esperanzas para lograr una moción de censura, no fue concluyente: no se pudo probar la implicación de Trump. Pero sí es cierto que éste, durante su mandato, incrementó el nivel de tensión con la OTAN, que amenazó con abandonar, y lo rebajó con Rusia, expresando su admiración por Putin: circuló durante un tiempo, en los medios de comunicación, el rumor de que Putin tendría en su poder información comprometedora para Trump (conocido como 'kompromat'). La poderosa narrativa de Trump, con un Putin en el rol no de villano sino de salvador, ha dado paso a otra. No es un nuevo Putin, reverdecido, ni es otra potencia. Es otro escenario.
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