Como investigador de la arquitectura industrial española y de sus procesos de transformación estoy siguiendo con mucho interés el caso de la 'Fábrica de Hilados, ... Trenzados y Tejidos de Yute Pilar Casanova' porque en él se ejemplifican los conflictos que actualmente se están manifestando en torno al patrimonio industrial y en el patrimonio cultural en sentido amplio.
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El interés por el estudio y la conservación de los testimonios de la industrialización podemos situarlo en los años sesenta del siglo pasado en el Reino Unido, como resultado de las transformaciones que se estaban produciendo en esa nación en el tránsito de la segunda a la tercera revolución industrial y que había dejado en la obsolescencia miles de hectáreas desindustrializadas y centenares de edificios abandonados en grandes ciudades como Manchester o Liverpool, pero también en pequeñas ciudades de Lancashire, Shropshire o Derbyshire. En definitiva, fue una toma de conciencia de investigadores, profesores y movimientos ciudadanos que consideraron que esos testimonios, de lo que comenzó a llamarse Arqueología Industrial, constituían un valioso legado poseedor de valores históricos, técnicos, arquitectónicos y antropológicos; y que, en su conjunto, conformaban los nuevos paisajes de la Modernidad: los paisajes industriales.
En España, en la Comunidad Valenciana, existieron procesos productivos similares a los del resto de Europa, aunque dotados de un carácter propio, como resultado de las especificidades de nuestra industrialización en cuanto a la combinación del liderazgo de los sectores tradicionales como la siderurgia o el textil con otros sectores no líderes como el agroalimentario, el del calzado o del papel, por citar algunos ejemplos, generándose un proceso con una cronología, escala e intensidad distinta de otros países europeos pero que, obviamente, contribuyeron a transformar definitivamente nuestro territorio urbano o rural y, en ese escenario de contemporaneidad marcado por una nueva cultura, la industrial, se llevó a cabo una gigantesca mutación del antiguo orden, en las relaciones sociolaborales, en los niveles de renta, en los oficios, en la tecnificación, en las mentalidades y en la sociabilidad; cambios que nos introdujeron en nuestro mundo actual que, paradójicamente, asiste también a su propia arqueología como resultado de las transformaciones actuales de la Revolución Industrial 4.0
He leído con detalle los informes elaborados por los diversos agentes o partes involucrados en este extraño caso de la Fábrica Pilar Casanova: el de la arquitecta Diana Sánchez (por encargo de la Asamblea Vecinal del Barrio de San Antonio), el del arquitecto José María Lozano (por encargo de la propiedad inmobiliaria), el de la Facultad de Geografía e Historia (por encargo del Servicio de Patrimonio Histórico-Artístico del Ayuntamiento de Valencia), el de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, el dictamen del Consell Valencià de Cultura y los escritos de TICCIH-España, ICOMOS, SOS Monuments y de la Associació del Museu de la Ciència i de la Tècnica i d'Arqueologia Industrial de Catalunya. He visto las fotografías, los planos y revisado la documentación que aporta cada informe. Y en mi valoración como especialista en patrimonio industrial la conclusión a la que llego es la de que la 'Fábrica de Hilados y Tejidos de Yute Pilar Casanova' es un caso claro en el que hay que apostar por la preservación patrimonial porque, una arquitectura modesta, como califican despectivamente los informes en pro de la demolición a esta fábrica, refleja la importancia del emprendimiento de las clases medias menestrales de la ciudad de Valencia, el arraigo de las pequeñas empresas en barrios y áreas urbanas no centrales respecto de la ciudad histórica, las soluciones inteligentes y adecuadas, apropiadas, utilizadas en las arquitecturas de pequeña y mediana escala y la conexión tipológica, por medio de un conjunto industrial ordenado en una trama de calles interiores, de este proyecto empresarial y laboral, con modelos arquitectónicos y urbanos emparentados con soluciones tradicionales de la ciudad gremial de las artesanías mediante su articulación con el tejido residencial. Es decir, generando una útil forma urbana, tal como Aldo Rossi nos enseñó, a partir del ser y la memoria.
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Además, este conjunto industrial, constituye una excelente oportunidad para el barrio de San Antonio y su vecindario, ya que su potencialidad es extraordinaria como equipamiento polivalente: lugar de cuidados, talleres, creación, mantenimiento físico y espacio de encuentro.
La permanencia de esta fábrica contribuye a testimoniar a las mujeres valencianas pues, aunque surgida del seno familiar, descubrimos la valentía de poner el nombre femenino de Pilar Casanova como marca de la empresa, caso bastante infrecuente, siendo también un lugar de trabajo donde predominaba la mano de obra de las mujeres, hecho histórico y social que marca con rasgo de género su valor inmaterial.
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El valor arquitectónico de los inmuebles vinculados a la cultura industrial no reside en su estilo, antigüedad o autoría, aunque sean criterios que siempre tenemos en cuenta en el análisis integral que realizamos como expertos; reside en su conexión con los sistemas socioeconómicos para los que fueron creados, en su eficiencia, es decir en su funcionalidad adaptativa. Y hoy, perdida esa anterior operatividad técnica, económica y laboral, constituyen ejemplos que permiten reconocer la extraordinaria diversidad de la industrialización valenciana. Pues, como sucede en el caso de la 'Fábrica de Hilados, Trenzados y Tejidos de Yute Pilar Casanova', nuestro patrimonio industrial debe recoger no sólo los ejemplos que un mal entendido academicismo denomina como «monumentales» sino la variedad de soluciones que el mundo del trabajo ofreció para la producción de bienes necesarios en nuestra fase histórica de la contemporaneidad industrial de los años 30 del siglo XX. Conservar el patrimonio hoy día, en pleno proceso de la Nueva Bauhaus Europea y del Pacto Verde Europeo es promover su rehabilitación para la ciudadanía.
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