El 'fachaleco'
Arsénico por diversión ·
He de confesar que llegué a comprarme uno sin intención de cazar más que canapés en alguna inauguración y me lo puse una vezSecciones
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Arsénico por diversión ·
He de confesar que llegué a comprarme uno sin intención de cazar más que canapés en alguna inauguración y me lo puse una vezHace poco me enteré de que el chaleco acolchado que llevan algunos caballeros debajo de la americana, o ellos y ellas para ir informales pero abrigados, es un 'fachaleco'. No tenía ni idea. Yo lo hacía más un poco pijo porque lo asociaba con el look de quienes van de caza a cotos privados. Sin embargo, he de confesar que llegué a comprarme uno sin intención de cazar más que canapés en alguna inauguración, y que sólo me lo puse una vez. Mis reticencias no fueron por miedo a vestirme a lo facha ni por parecer grande de España en montería franquista sino porque, abierto, parecía Spiderman quitándose el traje, y, cerrado, era la viva imagen del muñeco Michelín. Por eso cuando me di cuenta de que tenía un 'fachaleco' en el armario me entró cierta inquietud. Fue moderada, sin duda, porque mucho tiene que cambiar mi silueta para que vuelva a ponérmelo y, para entonces, puede que Casado haya conseguido aferrarse a la presidencia del PP más que Rajoy y salir incluso elegido presidente del gobierno en su séptima intentona.
Lo de utilizar el apelativo 'facha' para casi todo empieza a desgastar el término, algo inconveniente por cuanto tiene su propia fuerza expresiva cuando se usa en determinados contextos, pero la pierde cuando alguien amaga con miedos antiguos. Fachas, haberlos, haylos, pero convertir a toda la derecha en facha rebaja la condición que tienen algunos especímenes. Lo malo es que se está instalando una nueva oposición de términos en el discurso político, con 'facha' y su contrario, que no augura nada bueno. Su contrario es el 'frentepopulismo'.
Hace unos días, de hecho, me llegó una invitación para una mesa redonda donde se iba a hablar de la proximidad de un nuevo 'Frente Popular'. Lo proponían con toda naturalidad como si fueran equiparables la España de los años 30 y la actual o como si en nuestro país nada hubiera cambiado ni progresado. No niego que haya comportamientos preocupantes que recuerdan los errores de entonces pero aplicar esos términos a la actualidad no sólo es anacrónico sino falaz.
Durante décadas en España se habló de 'los rojos' y 'los de la camisa azul'. Cuando parecía que lo habíamos superado, empezamos otra vez con los 'fachas' para hablar de la derecha y 'rojos' para referirse a la izquierda, con la diferencia de que los primeros lo decían abiertamente y en público mientras que los segundos sólo utilizaban lo de 'rojos' en la intimidad. No contentos con eso, en los últimos años, y sobre todo, meses preelectorales, se ha instalado eso de 'las derechas', cuando no 'la derecha trifálica' y los 'trifachas' en oposición al Frente Popular. Estamos de nuevo en una constante dicotomía que evoca otros tiempos. Tiempos cuyos extremismos no condujeron al consenso y el diálogo sino todo lo contrario. Ahora sólo son prefijos que convierten un chaleco en 'fachaleco' pero ése es sólo el primer paso para señalar, simplificar y estigmatizar.
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