En puridad, con la ley en la mano, cabría que las próximas fallas no puedan quemarse. Tampoco las hogueras de Alicante, que quedan más cerca, ... dentro de poco más de un mes. La normativa vigente, la misma que está generando enorme confusión en toda la agricultura española y motiva ya posibles correcciones de urgencia, establece que los residuos, y sobre todo los de plástico, deben de ser gestionados por empresas especializadas para ello y desde luego no pueden quemarse, sino encaminarse en todo lo posible por las sendas de la economía circular.
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Hablamos de la 'Ley de residuos y suelos contaminados para una economía circular', publicada en el BOE del 9 de abril pasado, en vigor desde el día siguiente y a la que apenas se le ha hecho caso, más allá del problema de las quemas agrarias, a la vista del escasísimo o nulo eco que está teniendo en otros ámbitos. Por ejemplo, los de las Fallas de San José, las Hogueras de San Juan y otras celebraciones en las que interviene de un modo u otro el fuego presuntamente purificador.
La ley define como residuo «cualquier sustancia u objeto que su poseedor deseche o tenga la intención o la obligación de desechar» y establece reglas sobre la «adecuada gestión» de cada tipo de sustancia o elemento sobrante o rechazable. Su denso articulado impone infinidad de nuevas obligaciones para reducir el consumo y aumentar la reutilización y el reciclaje, abundando en las consabidas premisas de rebajar la contaminación y trasponer a nuestro ordenamiento jurídico las oportunas disposiciones de la UE.
La cuestión puede estar en cómo se ha de considerar qué es una falla al final de su ciclo, pero es fácil entrever, por lo que reitera esta ley, que tras su vida 'útil' puede ser vista como un residuo: nadie esos restos, se rompen para que ardan, se trocean si llueve y no prenden bien las llamas, al final se carga todo apresuradamente en camiones para despejar cuanto antes las calles y se lleva a... Pero la ley dice que eso se tiene que gestionar de manera bien planificada.
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Durante la gestación de una falla, la plantà y los días de fiesta, es, evidentemente, un monumento admirable y admirado, pero al final ha de quemarse, y, encima, hoy en día está hecha con abundancia de materiales plásticos, los más perseguidos por una normativa que repite una y otra vez que es obligado 'valorizar' y gestionar bien todo residuo.
Hay previstas excepciones en la ley, pero no figuran las de 'tradiciones' o de carácter 'festivo', por lo que harían bien los responsables en la materia (falleros, ayuntamientos...) en estudiar pronto qué podría pasar y salir a su encuentro, por si acaso; no fuera que llegasen sorpresas.
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