Fallas y tabús

Todo esto viene a confirmarnos la realidad de una fiesta que destierra tabús y «normas no escritas», esas que de una forma insistente han sobrevolado siempre algunos actos y cargos falleros. Sin salir de la elección de las máximas representantes, encontrábamos aquella relativa a que las candidatas casadas no debían ser seleccionadas por su estado civil, o que se evitase que las aspirantes elegidas fueran de pueblos cercanos a Valencia. En ambos casos, este tabú no tuvo efecto y los jurados actuaron libremente. Para comprobarlo, ahí están los listados históricos de la elección.

Con el paso de los años, el proceso ha experimentado cambios a todos los niveles, tanto en el número de candidatas como en los lugares de su desarrollo. Si nos situamos en las elecciones en 1931, el público asistente en los jardines de Viveros decidía con el tiempo de duración del aplauso la elección de las candidatas que un jurado controlaba con un reloj y oficializaba. De esta forma, se eligió ese año a Angelita Algarra como Reina de las Fallas, ya que no es hasta 1933 cuando se acuñó el término «fallera mayor de Valencia», distinción que recayó en Leonor Aznar. Curiosidades que podemos contrastar en los diarios de la época, archivo municipal y antiguas publicaciones de fallas con un amplio abanico de curiosas noticias. Por suerte, todo ha ido cambiando.