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Hemos llegado a un punto en el que hay que ser valiente para dar una opinión sobre los temas de actualidad. Todo lo que se salga de la línea de asuntos como el feminismo, la paridad, el patriarcado, la sexualidad o la tan de moda libertad de expresión te conduce directamente a ser tachado como un fascista. Hago un inciso para no olvidar que vivimos en un contexto de guerra si tenemos en cuenta que el coronavirus es el enemigo y se lleva todos los días por delante a cientos de personas en nuestro país, ocasionando el cierre de negocios, aumentando el paro en millones de españoles y llevando a mucha gente a sufrir graves trastornos psicológicos.
Dicho lo cual, en mitad de esta delicadísima situación, quienes nos gobiernan consiguen desviar la atención en banalidades sin recorrido, como la del rapero Hasél si no fuera porque lo legitiman desde las instituciones ayudados por la cobertura de los medios de comunicación. De esta forma, gente incluso formada y aparentemente con una cabeza bien 'amueblada' piensa que este pobre desgraciado está en la cárcel por cantar y rapear, cuando realmente la justicia española lo condena por delitos graves que conllevan cárcel. Los actos tienen consecuencias y si jugamos a legitimar la falta de responsabilidad amparada en la libertad de expresión, el juego es muy peligroso. Es necesario que quienes están en las instituciones cuiden de ellas dando ejemplo, desmarcándose claramente de la delincuencia. Resulta inquietante que los grupos que forman gobierno sean quienes acusen y señalen las actuaciones de la Policía dando legitimidad a delincuentes, pues no son manifestantes, ya que rompen y saquean comercios. Se le suma que importantes dirigentes como Ribó, alcalde de Valencia, incendian las redes sociales y medios de comunicación con declaraciones contra la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. He oído que cuando la política falla, las calles se agitan. Si los que defendemos que la Policía actúe para garantizar la seguridad de toda la sociedad vamos a ser tachados de fascistas, cabría empezar a plantearse la igualdad del término fascista, pero de izquierdas ¿Qué quieren que les diga? Uno empieza a hartarse de sentirse un bicho raro por defender con respeto los valores y opiniones personales. Ya han escrito historiadores, filósofos y sociólogos sobre aquellos que abren posiciones irracionales y antidemocráticas que combinan características de la izquierda con las del fascismo. Igual hay que empezar a desenmascarar a los «fascistas de izquierdas».
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