Ignorar totalmente la información de los medios de comunicación no es nuevo pero es una tendencia que cada vez gana más adeptos. Existen muchos grupos de gente decididos a poner vendas en sus ojos y tapones en sus oídos para vivir en la oscuridad informativa, ... por aquello de que «ojos que no ven, corazón que no siente». Desinformados, pero felices. Son gente defraudada con el sistema, cansada de las miserias propias del ser humano que persigue el interés propio en lugar del bien común.
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En la pasada festividad de los difuntos he conocido, charlado y debatido con algunas de estas personas que han apartado de cuajo toda la información diaria dentro de su modelo de vida. Por una parte, existe una base sólida de rechazo causada a lo largo del período de la pandemia. Tanto la gestión de la información como el bombardeo diario de malas o muy malas noticias, en función de qué medio las publicara, parecen puntos en común para decidir el desenganche informativo. Siguen conectados a redes sociales, pero con fuentes de información muy seleccionadas lejos de los debates, a veces estériles, que nos ocupan día a día.
Los pongo a prueba y sobre la mesa lanzo la noticia de Valencia capital verde europea 2024 y compruebo que el nivel de conocimiento e interés es cero. Sigo y saco la inflación que sufrimos de más de un 10%, idem, cero interés. Continúo planteando temas variados que van desde la guerra de Ucrania hasta la plaga de ratas en la ciudad de Valencia y nada. Pasan. Pudiera alguien pensar que son analfabetos. Ni mucho menos, el más 'tonto' es graduado, de ahí para arriba. Me descoloca. ¿Es desidia, conformismo, pasotismo?
Después de una bandeja de huesitos de santo y algunos chupitos de mistela, indagando y pinchando, me transmiten que la realidad que perciben es la que viven a través de la propia experiencia de vida. Su información es el día a día. Son conscientes de la subida de la gasolina cuando llenan el depósito, del encarecimiento de los productos de la cesta de la compra cuando van al supermercado o de la dificultad para encontrar un puesto de trabajo que les permita vivir dignamente. Lo saben porque lo sufren, sin la necesidad de ver y escuchar en los medios a los (como los llaman ellos) «pinta monas» de turno. Aceptan la situación con la alegría de existir en una pequeña burbuja de felicidad. Lejos del teatro político que les hastía hasta el punto de desconexión. Otros que afirman que se trata de «la misma desconexión que los políticos de hoy tienen con la realidad del ciudadano».
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