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Mientras el descerebrado de Putin no apriete el botón y haga saltar por los aires un punto del planeta o que un hecho de similar magnitud no irrumpa en nuestras vidas, la hoja de ruta en los próximos meses va a ser además de aburrida ... y populista, dura como hacía tiempo que no habíamos vivido. Me refiero a la crisis que ya se nos ha metido en casa.
Ante la situación desesperada de quienes ven cómo todas las encuestas, excepto el CIS, apuntan un mal resultado para las próximas elecciones, toda solución pasa por la subida de impuestos a los ricos para repartir subvenciones entre el resto de los mortales. El plan que ha presentado la vicealcaldesa de Valencia, Sandra Gómez, planea subir un 30% el IBI a los grandes propietarios, imponer una tasa turística de 6€ al día a apartamentos turísticos o incrementar un 325% el impuesto de plusvalía a las viviendas. El caso es que, si saca ganancia el propietario o el empresario, la administración trinque dinero por el artículo 33, un poco más si cabe.
Se ha puesto en práctica la demonización de quienes generan riqueza para quitársela en favor de los más desfavorecidos en un falso contexto solidario, pero populista sin duda alguna. Ya que apuestan por subir los impuestos de los beneficios por las ventas de inmuebles, podríamos esperar que mañana hicieran lo mismo con los beneficios de la cuenta de resultados de empresas de supermercados, tiendas de ropa, colegios privados o concesionarios de coches.
El simple planteamiento de estas ideas sin fundamento, me parecen una falta de respeto, ya que lo que no se ha hecho en cuatro años no se puede resolver en seis meses electorales, aunque piensen que somos lerdos. No, la gente no es lerda, la gente que sufre la subida del coste de la vida necesita ayuda para conseguir trabajo y mejora en sus salarios para tener la libertad de vivir con autosuficiencia, sin tener que depender de una paga o una subvención.
El caos es tan grande que ni entre gobiernos del mismo partido político se ponen de acuerdo. Ha llegado el «sálvese quien pueda», incluyendo anuncios de nuevas políticas que lo único que crean es más inseguridad jurídica de la que tenemos y una clara fuga de capitales, porque ¿sabían que el dinero tiene miedo? Don dinero sufre de amores y donde no recibe cariño y se siente amenazado, huye a lugares en los que se siente más cómodo y el trato es mejor.
Lo que el flautista de Hamelín es a Ribó con la plaga de ratas de la ciudad, Robin Hood es a Sandra Gómez para la solución que podemos esperar. Todo un cuento.
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