Urgente La Bonoloto de este viernes entrega 432.112,46 euros a un jugador y deja más de 78.000 en la Comunitat

Me hubiera gustado no tener que escribir este artículo. Sumarme a la corriente mayoritaria y salir a la calle otra vez a corear «¡Peter vete ya!, ¡Peter vete ya!». Es más divertido y me traería menos problemas con amigos y conocidos que decir lo que ... pienso. Pero no sería fiel a mis creencias si para resumir los males del Valencia CF concluyera que la culpa de todo la tiene «el chino», que es como nos referimos -peyorativamente, seamos sinceros- al multimillonario de Singapur (cuya residencia está situada a más de 4.000 kilómetros de distancia de Pekín...). Y no es que no quiera que se vaya Lim del Valencia, es que desearía que nunca hubiera llegado. Aunque puestos a soñar, lo que de verdad me haría ilusión es que el club siguiera siendo de los valencianos, de sus socios, no de sus accionistas, como antes de aquella nefasta ley de sociedades anónimas deportivas que venía a arreglar la caótica situación y ha acabado por estropearla aún más.

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La sociedad actual busca chivos expiatorios, culpables asequibles a los que señalar cuando algo se tuerce. Y en el caso del Valencia CF ese chivo se llama Peter Lim. Que no llegó aquí por casualidad sino porque no hubo ningún valenciano que quisiera ni pudiera quedarse con un muerto viviente. Una entidad que arrastra una deuda descomunal -resultado de años y años de vivir por encima de sus posibilidades- y que probablemente es la única del mundo con dos estadios, uno centenario pero con parte de una obra declarada judicialmente ilegal, y el otro que debía ser nuevo pero que lleva camino de cumplir catorce años con las obras paradas y sin que se atisbe solución.

No hubo valencianos que lo quisieran y fueron valencianos los que con una pésima gestión, con proyectos faraónicos carentes de viabilidad económica y con delirios de grandeza que no se corresponden con el respaldo social del club, condujeron al Valencia hacia una decadencia deportiva que amenaza con una posible desaparición.

No sé en qué momento empezó a torcerse todo pero tengo la sensación de que salvo el periodo de Arturo Tuzón el club ha estado siempre muy mal gestionado, con presupuestos que se cuadraban a martillazos y presagiaban déficits inasumibles, fichajes de precio disparatado y rendimiento muy limitado, sueldos y gastos propios de un nuevo rico y reformas del estadio mal proyectadas y peor ejecutadas. Pero en cualquier caso, aunque llegara a fijar un día y hasta un o unos responsables del inicio de una crisis que parece no tener final, me estaría equivocando con el planteamiento. Porque la realidad, la cruda, dura y triste realidad, me la aportó un buen amigo, levantinista de corazón, de los que no se pierde un partido de su equipo, ni cuando en 2ª B el encuentro más interesante de la temporada podía ser contra el Barakaldo. El fracaso del Valencia, me comentó, es el fracaso de la sociedad valenciana. El club, continuó, es patrimonio cultural e histórico de Valencia, también de los levantinistas, aunque luego nos alegremos cuando pierde. Pero lo cierto es que Valencia no ha sido capaz de armar un proyecto colectivo ni de encontrar una figura que aúne sensibilidades y que represente a todos los valencianos, sean o no del Valencia. Esa dramática realidad, añado yo, se verifica repasando la lista de presidentes del Valencia en el último medio siglo. O recordando que de los seis presidentes de la Generalitat, sólo uno se proclamaba seguidor del club de Mestalla, mientras que el Madrid ha tenido al menos tres forofos. O que el actual presidente de la poderosa Asociación Valenciana de Empresarios llegó a ser presidente de un equipo de Primera, sí, pero que no era el Valencia sino el Real Madrid. O que afamadas figuras del deporte, como Juan Carlos Ferrero o Sergio García, tampoco militan en la entidad más emblemática de su tierra. Supongo que porque es más divertido seguir a un conjunto que gana muchos títulos. Aunque por esa misma regla, en los Mundiales un hincha español debería enfundarse una camiseta de Brasil, Argentina, Alemania o Italia, selecciones más exitosas.

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A estas alturas, el número de agraviados y enfadados con mi artículo debe de ser considerable. Afortunadamente ya termino. Para mi es doloroso, aunque a mi favor tengo una militancia desde niño, un carné de abonado con el número tres mil y pico, el recuerdo de haber sido socio compromisario (cuando existía aquella figura) y de haber ayudado a fundar una tertulia de profesionales y políticos valencianistas. Lo que me confiere una cierta autoridad moral para asegurar que el fracaso del Valencia no es el fracaso de Lim, aunque Lim haya fracasado. Es el de toda Valencia. E importa poco que muchos no quieran oírlo porque es así.

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