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Entre 1995 y 2015, el PSPV vegetó en la oposición a un férreo, poderoso y hegemónico Partido Popular de la Comunitat Valenciana que en los comicios autonómicos de 2007 llegó a superar el 52% del voto popular, lo que se traducía en cómodas mayorías absolutas en Les Corts. Los socialistas cambiaban de candidato, de portavoz, de secretario general, de ejecutiva y de estrategia pero elección tras elección se enfrentaban a un resultado desalentador, a veces abrumador. Sólo el paso del tiempo, los veinte años transcurridos entre el 95 y el 15, el agotamiento del proyecto popular y la hábil utilización de algunos casos de corrupción para hacer ver que todo el Consell y todo el PP eran una organización criminal, permitieron que hace ahora seis años se produjera el cambio político, llegando al poder un Ximo Puig que obtuvo el peor registro de la marca socialista en toda la historia de la autonomía valenciana.
El recuerdo de la larga travesía por el desierto que sufrió el PSPV antes de volver al palau de la Generalitat está demasiado presente ante el cambio de cromos en la dirección del PPCV. Populares y socialistas son formaciones de gobierno, no están hechos para la oposición, llevan mal la estancia fuera de los despachos del poder, y cuando las encuestas señalan que sus opciones de ganar en las urnas son escasas siempre acaban recurriendo a la renovación de un líder al que se hace responsable de que la marca no arranque e ilusione.
¿Es Isabel Bonig culpable de que la alternativa de centro-derecha no esté en condiciones de dar la batalla para ganar al tripartito? Sería muy injusto cargar sobre las espaldas de quien heredó un solar lleno de escombros la responsabilidad de que los sondeos no vean probable un nuevo cambio político, sea en 2023 o antes. La todavía presidenta del PPCV ha hecho lo que ha podido con unas siglas sometidas a una permanente campaña de desprestigio (que como se está comprobando, en gran parte ha sido artificialmente engordada) y en un momento histórico en el que la población prefiere el malo conocido que el bueno por conocer, en una reacción conservadora motivada por el miedo y la incertidumbre. Pero en la política sucede muchas veces como en el fútbol, que cuando los resultados no son los esperados (adiós, Gracia, adiós) se recurre a lo más fácil, que es tirar al entrenador y fichar a otro a ver si actúa como revulsivo. El nuevo técnico del equipo azul se llama Carlos Mazón y viene de Alicante. Sólo el tiempo nos dirá si es el mirlo blanco que espera Génova o un rostro más que se quemará como el PSPV abrasó durante dos décadas a sucesivos oponentes al pletórico PP.
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