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El metaverso, como mundo ficticio virtual, aparece en 1992 en la novela Snow Crash. Pero todos podemos jugar a ser otros, reinventarnos más allá de ... la realidad, porque los metaversos brotan de la imaginación. Guido Orefici, en 'La vida es bella', crea un metaverso a través de la palabra, para que su hijo viva en medio del horror sin conocerlo. Su imaginación transforma la realidad y el niño, sumergido en ese mundo alternativo, juega, sin saberlo, en un campo de concentración nazi. Esa otra vida es bella porque todo a su alrededor cobra un nuevo sentido.
Los que han visto la película saben que forjar un mundo alternativo no es fácil, porque la realidad es terca y lo pone a prueba. La nuestra es muy terca. Un día cualquiera miras el tique de la compra y, con asombro, escudriñas lo que llevas en la bolsa otra vez. Ante el horno dudas: la escalivada se ha convertido desde hace meses en un lujo gastronómico: requiere hora y media de cocción. Abres es el grifo del agua caliente y te vienen a la cabeza Argelia, el Sáhara, Alemania, Scholz, la energía nuclear. Cierras. Cada día choca más lo que nos dicen los sentidos, la experiencia de primera mano, frente al discurso político que, por negar lo que se aprecia a primera vista, raya en lo ridículo. Los piquetes, arma clásica de la negociación laboral, existen y no existen, y nadie es responsable de la gestión. «No se crea que esto es por Putin», me dice un taxista no muy alegre tras la subida del carburante.
Las posibilidades de crear metaversos políticos mayoritarios son remotas en sociedades democráticas. No basta una narrativa consistente, la reiteración, la pérdida de credibilidad de los medios informativos o el rechazo al status quo por parte de los ciudadanos. El asalto al Capitolio por parte de los seguidores de Trump es un ejemplo. En un país de más de 300 millones de habitantes, apenas movilizó a setecientos, que creyendo pelear por la democracia ocasionaron la muerte de cinco personas. Putin ha tenido que bloquear a los medios independientes y las redes sociales -y castigar el discurso crítico con 15 años de cárcel- para proteger su metaverso, un mundo en el que la guerra no existe porque no se puede pronunciar. Triste despertar del sueño de la perestroika, que esperanzado invocaba Vatchnadze, hace 30 años, en 'Los secretos de la prensa soviética'.
La falla es verso. Es un respiro escuchar, con un segundo premio de Especial en la mano, a Paco Torres, creador de la falla de la Plaza del Pilar; a la comisión, que no se resigna. Las lágrimas, la frustración. Las fallas, monumento y sentimiento, son verdad.
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