La consellera de Justicia, Interior y Administración Pública, Gabriela Bravo, se ha erigido esta semana en protagonista como obstáculo a los subterfugios nacionalistas de Compromís, ... por un lado, y como reivindicadora ante el Gobierno central, por otro. Me refiero a la réplica contundente contra las afirmaciones del director general de Política Lingüística, Rubén Trenzanos (Compromís), respecto a la exigencia del valenciano en la próxima legislatura para acceder a la Sanidad pública y a la presión ante el Ministerio de Justicia para que se amplíen las plantillas de los Juzgados de Violencia de Género (jueces, fiscales y letrados).
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Bravo ha salido como valladar ante la enésima deslealtad de Compromís con Ximo Puig, un papel que a la consellera le encanta desempeñar, esta vez además como negociadora del acuerdo con su homóloga k de Educación, Raquel Tamarit (Compromís) «por el que se impone el nivel C1 de valenciano para acceder a la función pública en el rango A1 y A2, un requisito sin embargo que no incluye al personal sanitario, de Educación ni Justicia» como reflejaba ayer LAS PROVINCIAS.
En los próximos meses, nos acostumbraremos aún más a los rifirrafes entre los dos socios principales de Gobierno, la parte socialista y la de Compromís. Al igual que el turrón y el polvorón llegan en Navidad, el enfrentamiento se convierte en el denominador común en este tipo de coaliciones cuando se aproximan las elecciones. Ninguno quiere ser absorbido por el otro sino todo lo contrario. Pretenden distinguirse y distanciarse para evitar que el votante los asocie como uno. Como el grande absorbe al menor, los sucesores de Mónica Oltra se alzan en armas. Lo contemplamos también en el Ayuntamiento de Valencia como, por ejemplo, la posición dispar de Joan Ribó (Compromís) y Sandra Gómez (PSPV) con el proyecto del Nuevo Mestalla.
La reciente reclamación al Ministerio de Justicia, según mi amigo Rogelio, indica la asunción de un papel, ya interpretado en otras ocasiones, de flagelo de herejes, que nada gusta al talante tranquilo que, de puertas afuera, exhibe y por el que es conocido globalmente el Molt Honorable president. Además, se muestra como patrona salvadora de la deriva surcada por el Gobierno de Baleares en esta materia, que está debilitando y perjudicando gravemente a su sanidad pública.
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En este capítulo reivindicativo, al que tan poco aprecio tiene Puig, Gabriela lucha por lo suyo, por su decisión inequívoca sobre la violencia de género. No sé si conseguirá sus pretensiones, pero estoy convencido de que nada ni nadie le impedirá batallar por lograrlo. Ella no comparte aquella afirmación que escuché al protagonista de Mcmafia "cuando la razón se enfrenta a la fuerza, siempre gana la fuerza". Así es la vida.
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