Ganar o morir
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Fiarlo todo a la carta de la Copa es un error que espero olvidar el sábado por la nocheCuando terminó el partido en La Cerámica el pasado martes tuve una sensación extraña que, quizá, también vivieron ustedes; me quedé exactamente igual. Ni cabreado, ... ni decepcionado ni, por supuesto, sorprendido. Y debo decir que es la primera vez en la temporada que el Valencia pierde y me deja indiferente. Muy mala señal en todo caso. Debo suponer que la tremenda decepción de las tres jornadas precedentes tirando la Liga -por ambición y juego tirando la pelea europea- causaron mi indiferencia. El equipo de Bordalás se dejó siete puntos ante Cádiz, Rayo y Osasuna (siete de nueve, señores) que, casualmente, era la diferencia con la que llegaba el Valencia a La Cerámica con respecto al Villarreal. La diferencia entre llegar vivo y llegar muerto en la pelea europea. Espero no llevar esa espinita clavada más allá del sábado por la noche. Y, claro, muerto en batalla sin pelear, fue lógica la alineación para perder que sacó Bordalás. Porque, dejémonos de milongas; todos sabíamos que -salvo milagro de esos que a veces se dan en el fútbol- en Villarreal se iba a perder con ese once. El problema de esa alineación fue llegar al partido a siete puntos del conjunto de Unai Emery en lugar de a dos, uno o ninguno.
Y, curiosamente, el que salió a decir que quizá el equipo había descuidado la Liga por la final de Copa fue Bordalás. El máximo responsable de evitar que eso ocurriera; primero porque es el entrenador y segundo porque, en el último mes, no le hemos escuchado ni un solo mensaje contundente de pelear la Liga. Él también estaba pensando en su primera final de Copa. Tan humano como equivocado. La falta de ambición sobre el césped en Liga empezó con los discursos del entrenador. Fiarlo todo a una carta es un error del que espero olvidarme el sábado por la noche. Y ahora, ya sí, podemos centrarnos en el sábado por la noche. Voy a intentar escribir poquito del ruido y mucho de la pelota. Del ruido no tengo ninguna duda de que Rubiales preferiría que el Betis ganara la final de Copa porque la guerra abierta la tiene con el Valencia. Pero, del mismo modo, no tengo ni la más mínima duda que el árbitro impartirá justicia y que la Copa la ganará el equipo que quiera la pelota. No creo en conspiraciones y complots a vueltas del reparto de la Supercopa y demás batallitas entre club y Federación. El interés de Rubiales de establecer distintas clases entre clubes -algo que jamás debería apoyar, promover y menos decidir el presidente de la Real Federación Española de Fútbol- empieza y termina en el reparto de beneficios. De verdad que no veo oscuridad en su gestión deportiva de la Federación. Discutamos la ética de sus decisiones pero no la suciedad de su alma.
Y a las 21.30 horas comenzará el show de verdad; rodará la pelota y veremos al Betis de los artistas (como les elogia Ricardo Arias) y el Valencia de los obreros. Todos esperamos que el Valencia sea el de la eliminatoria ante el Athletic Club y no el de la Liga. Dice el gran Arias que este Valencia se mueve mejor en aguas movedizas. El del todo o nada. El ganar o morir. Es un equipo de supervivientes que disfrutan en el límite. Al filo de la navaja. Y eso, más un escudo acostumbrado a la gloria -18 finales a sus espaldas-, le da muchas cartas de la baraja. Y, por si fuera poco, si hay un equipo que le puede ir bien a este Valencia (no al de la primera vuelta) es el Betis. Lo dijo Soler; jugar sin balón y aprovechar su forma de atacar tras robo puede ser una ventaja. Yo creo en este equipo. Lo digo sinceramente; en Copa sí me lo creo.
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