Ya es primero de septiembre y va siendo hora de recuperar nuestras rutinas ¿no les parece? Este veranito, ¿han visto cuántos carteles de ofertas de trabajo en el sector de la hostelería?: 'Se necesita camarero, cocinero, ayudante de cocina...'. Me ha sorprendido la necesidad de ... personal para trabajar, aunque un verano más se han cumplido los tópicos estivales con las mismas noticias sobre incendios, sequía, falta de agua y calor sofocante. Otro año más que parece que acecha el apocalipsis.

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Lo de la falta de personal la habrá sufrido al ir a comer a cualquier restaurante de playa o de montaña, da igual. Imposible aparecer sin reserva previa y en muchas ocasiones, con dificultad avisando de un día para otro. Una vez conseguida la mesa, cuestión de lotería que el servicio lo hiciera personal profesional. Este verano he visto granjas con menos pollos sin cabeza que en muchos de los restaurantes a los que he podido ir: camareros que iban y venían con las manos vacías, paellas de dudosa procedencia, ¿qué le voy a contar?

La crisis del coronavirus hizo que muchos profesionales buscaran otras alternativas y ha provocado dos cosas: 1) La falta de personal cualificado y 2), que los pocos que entran sin conocimientos de hostelería no tienen referencias profesionales de quien aprender. Además, la gente no quiere trabajar, ahí siguen vacantes esas ofertas de trabajo, pero bien es cierto que el sector hostelero debiera hacer una reflexión.

Este verano he visto granjas con menos pollos sin cabeza que en muchos de los restaurantes a los que he podido ir

Otro de los tópicos del día de hoy es el de la depresión post-vacacional que sufren uno de cada tres españoles, dicen, y que puede llevar a muchos a caer en manos del psicólogo. Sin duda estamos viviendo la generación más blandengue de todos los tiempos, donde todo debe ser dulcificado, incluso hasta la verdad. Uno va al psicólogo cuando tiene necesidad o se lo aconseja su médico de cabecera, bien sea por las secuelas de una enfermedad grave, por una experiencia delicada o por cientos de razones de peso. Pero, ¿quién se planta delante de un psicólogo y le dice que está triste porque ayer se empujaba una sangría en la playa y hoy tiene que ver al jefe? Hay gente para todo.

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Cualquiera de los que tenemos un puesto de trabajo, ¿no creen que somos afortunados? Cada cosa tiene su momento y ahora toca la vuelta al día a día, los estudios, las clases, los hobbies. Si hoy está triste y se agobia dé gracias a Dios porque significa que estamos vivos. Y recuerde que siempre disponemos de la plena libertad de escoger la actitud para afrontar la vuelta a la rutina. Nada grave, créame.

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