Si algo nos están demostrando los algoritmos y las aplicaciones que predicen nuestros gustos y necesidades es que somos personas absolutamente previsibles, fáciles de catalogar y con escasa capacidad de innovar. No, no es que la tecnología avance a un ritmo frenético, que también, sino ... que establecemos patrones sencillos de presagiar. Las mismas búsquedas, las mismas páginas, las mismas fotos.
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No es nada extraño que llegue el verano y nuestro móvil nos proponga multitud de viajes a la playa porque, oh sorpresa, es lo que todos estamos deseando hacer cuando llega el calor. Por más que unos prefieran el Caribe y otros sean felices en Benidorm, por más que nadie quiera reconocerse como turista porque es un término que ha cogido mala fama, aunque tarde o temprano todos vayamos a ejercer de ello.
No es raro tampoco que si hace frío nos sugieran que compremos ropa de abrigo, porque las pantallas se han convertido en nuestras nuevas madres, que nos recomiendan que nos pongamos la chaqueta y que llevemos muda térmica para evitar un constipado que nos tenga en cama tres días. Que te muestra la colección de bufadas porque es posible que quieras renovar la que llevas. No es predicción, es lógica. Cambia la forma, pero no el fondo.
Antes la canción de moda nos perseguía a través de las radiofórmulas y ahora hace lo propio por medio de las redes sociales, donde se expande por medio de memes, imitaciones, versiones. Vemos calcos una y otra vez pero no podemos apartar la mirada y de mover el dedo hacia arriba para acceder al siguiente. Lo llaman historias. El término le queda grande.
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Nos sentimos vigilados y no dejamos de dejar rastro y de aportar constantemente datos que nadie nos ha pedido. Dónde cenas, con quién vas, qué peli acabas de ver, a qué aeropuerto te diriges. Te alarmas cuando te proponen una serie de pantalones después de haber rastreado tiendas de vaqueros, haberte suscrito a una newsletter de moda marcando tus preferencias y has pedido en una tienda que te avisen si les llega el modelo que quieres. Pero te enfada que sepan algo de ti.
Lo que saben se lo has dicho y además no es revelador de nada, se podría haber dilucidado haciendo un seguimiento de consultas y aplicando el sentido común, que cada vez escasea más.
El último invento todavía no sabemos lo que dará de sí, la inteligencia artificial, a la que hemos acudido veloces para probar si sabe tanto como alardea, para retarnos frente a ella, para que nos cuenten lo que ya sabemos. Le vamos a preguntar lo que pase por nuestra mente para ver si está en lo cierto, para probarle. Nos sentiremos mejor si se equivoca, nos daremos por satisfechos con una explicación básica. Y, eso sí, no dejaremos de regalar datos y más datos. Para continuar siendo previsibles.
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