Este verano llovió, por primera vez, en la cima de hielo más alta de Groenlandia. Temperaturas extremadamente altas provocaron el derretimiento de unos 872.000 kilómetros cuadrados. La superficie, grosso modo, de la suma de España y Alemania. En la apertura de la COP26 (Conferencia ... de las Partes de Naciones Unidas) en Glasgow, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) puso este episodio como ejemplo de los fenómenos extremos que azotan la vida. En la comunidad científica existe unanimidad rotunda sobre la emergencia climática: se están traspasando umbrales sin vuelta atrás. Los expertos coinciden en que la supervivencia de la Tierra se dirimirá en la próxima década. El cumplimiento en la práctica, de aquí a 2030, de los compromisos adquiridos sobre el papel determinará el devenir no ya de las generaciones futuras sino de las actuales.
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Populismos aparte, el negacionismo ante esta verdad está en decrépito. No así la falaz disyuntiva entre economía o ecología que se abre paso en el foro internacional. Elijan ustedes, ciudadanos, con qué 'e' se quedan porque el binomio es incompatible. ¿Hundimos/rescatamos a la economía o al planeta? Sin embargo, la población parece que lo tiene bastante claro. El interés por lo verde ha crecido tanto que el marketing actual se enfoca especialmente a captar prescriptores LOHAS (por sus siglas en inglés, «Lifestyles of health and sustainability», «Estilos de vida de salud y sostenibilidad»). Lo sostenible vende. Aunque no todo lo que se vende como sostenible lo es. Hay multinacionales que lavan su imagen con campañas 'ecofriendly' sin aplicar ni una de las tres erres (reducir, reutilizar y reciclar). De aquí que los gobiernos en lugar de perder tiempo tirando monedas a la Fontana de Trevi deban actuar urgentemente para frenar la que se avecina. Estamos a años luz de la neutralidad de carbono sin la que el Apocalipsis está garantizado. El milagro para la salvación pasa por esa huella cero de CO2 (emitir la misma cantidad de dioxido de carbono que se puede absorber). Y eso, hoy, es una utopía considerando que China, el principal contaminante, dice que hasta 2060 no alcanzará ese equilibrio.
Seis años después del Acuerdo de París, sólo un país, Gambia, cuenta con un proyecto para no superar el aumento de 1,5 grados de la temperatura global. Una prueba más de la exigua voluntad política que rodea a las cumbres por el clima, más caracterizadas por sus fracasos que por sus éxitos. Glasgow es el último aviso. Implementar una transición verde implica detener la financiación a la quema de carbón, gas y petróleo apostando por tecnologías alternativas 'buenas'. «Imaginen si nosotros hubiéramos gastado miles de millones de euros subsidiando meteoritos». Lo dice Frankie, un dinosaurio que la ONU ha resucitado en un vídeo para recordarnos que, si nada cambia, el siguiente paso es la extinción.
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