Marruecos es el vecino que limpia el mantel los domingos con el método del aireado con lluvia de migas y sálvese quien pueda. El que ... acusa al del tercero de hacer obras sin licencia y ha borrado una pared y media para hacer un mirador de dudosa legalidad -y lo niega-. El que ensucia el patio con obras y condena, en una nota con faltas de ortografía, los comportamientos incívicos de la Comunidad. Todos sabemos quién es el vecino aprovechado, mentiroso y poco fiable. Empezando por el presidente de la Comunidad que, por misteriosas razones que radiopatio atribuye al 3% de la obra del ascensor, quita hierro al asunto.
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Tras conseguir el plácet histórico de Pedro Sánchez para hacerse con el Sáhara Occidental en marzo y firmar el principio de una hermosa amistad, Marruecos declaraba hace un mes ante la ONU que no cuenta con fronteras terrestres con España. Se puede entender que Marruecos se esfuerce a fondo para desligarse ante la ONU de las acusaciones de maltrato a los más de setenta inmigrantes, según las ONG, que murieron en suelo marroquí en junio. Pero una mentira tan burda relativa a las fronteras no es inocente; es claramente una acción «maligna», propia de guerras de la información, que España ha decidido pasar por alto -pese a tratarse de una declaración oficial dirigida a la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU-. Llama poderosamente la atención el lenguaje, al declarar Melilla «presidio ocupado», una expresión habitual en la prensa marroquí que abona la noción de que España no tiene derecho a esos territorios; parte, junto con el Sáhara, del inexistente «Gran Marruecos», que gracias a nuestro Gobierno empieza a tomar forma.
Es imposible atribuir el contenido de la carta a un descuido, o a la ignorancia del técnico de turno. Es parte de una campaña de desinformación y tiene un objetivo: «los guerreros victoriosos ganan primero y luego van a la guerra» (Sun Tzu). Putin ha cultivado, durante años previos a la ocupación de Crimea en 2014 y la invasión de Ucrania en 2022, la idea de los «territorios históricos», haciendo calar con éxito entre la población rusa la necesidad de «liberar» Ucrania. Como era previsible, las declaraciones de Marruecos han generado en el gobierno español un suave rizado de la mar: «Ceuta y Melilla son España, punto». Ya la desafortunada carta del Gobierno español sobre los derechos de Marruecos sobre el Sáhara, hecha pública en marzo, transmite en el segundo párrafo la «importante idea» de que España y Marruecos están «indisolublemente unidos por la geografía». La guerra de la información es la punta de lanza.
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