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La guerra de las palabras

GRANDES ALMACENES ·

Las exigencias de lo políticamente correcto y el abuso de las descalificaciones verbales generan frecuentes enfrentamientos en la vida cotidiana

Domingo, 23 de enero 2022

Quienes ejercen como guardianes de la corrección política, actitud que les dota de un plus de autoestima y de presunta dignidad pública por su ostentación de supuestas virtudes que no tienen por qué ratificar con sus actos, atribuyen sin mesura a sus víctimas los ... calificativos de machistas, sexistas, racistas, imperialistas, eurocentristas...».

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Son conclusiones de Darío Villanueva, filólogo, ex rector de la Universidad de Santiago de Compostela, miembro de la Real Academia Española y autor de 'Morderse la lengua. Corrección política y posverdad' (Espasa, 2021), que ha obtenido el premio al 'Libro del Año 2021' convocado por la Fundación Francisco Umbral. Para el periodista Manuel Llorente, presidente del jurado del citado galardón, el ensayo de Villanueva es «una lectura muy relevante en estos momentos de despiste y confusión de la sociedad».

Algunas discusiones terminan a navajazos a causa de los vocablos agresivos. Pero no hablo ahora de la sangre, sino de los afectos. En esta creciente guerra de las palabras he conocido el naufragio de varias amistades. Las exigencias de lo políticamente correcto y el abuso de las descalificaciones personales generan frecuentes enfrentamientos.

Se discute sobre películas. Dos viejos conocidos no se ponen de acuerdo en sus gustos cinéfilos. Dice uno de ellos: «Mi película preferida es 'Solo ante el peligro', la he visto ya cinco veces». El otro, que prefiere 'Casablanca', responde de modo concluyente: «No seas fascista, no hay ninguna película producida por el liberal Stanley Kramer que valga una mierda». Planteo en estas líneas un debate imaginario y llevado a su extremo, pero creo que todos hemos vivido o conocido de primera mano discusiones similares. Las cabezas de chorlito piensan así: «El que me lleva la contraria es un facha».

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Ese abuso del idioma es muy preocupante, afirma Villanueva: «Cada vez se emplea menos este calificativo de 'fascista' en su sentido recto, que es el de perteneciente o relativo al fascismo, el movimiento político y social totalitario caracterizado por el corporativismo y la exaltación nacionalista que desde Italia irradió hacia movimientos surgidos en otros países, entre ellos España, y que encontró una de sus concreciones más brutales y destructivas en el nazismo del III Reich».

La injuriosa palabra 'fascista' se ha ido convirtiendo en un comodín predilecto para arrojarlo contra cualquiera, apenas crezca la discrepancia en un tema u otro. Villanueva reúne varios ejemplos: «El rapero Nega y el diputado Rufián tachan de 'fascista' al portero de fútbol Pepe Reina. Belén Rodríguez califica del mismo tenor a su contertuliana del programa 'Sálvame' María Patiño. El independentista Sala i Martin considera 'fascista' al socialista catalán Miguel Iceta».

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«Un independentista radical llama en la televisión 'fascistas' a sus padres y provoca un tornado en las redes sociales», sigue contando Villanueva. «El partido ERC incluye entre los fascistas a Inés Arrimadas y Ciudadanos, como ya el líder de Podemos había hecho en 2018 con Albert Rivera. El actor Willy Toledo consideraba en 2017 al cantante Miguel Bosé 'un fascista de toda la vida'. Pilar Rahola afirma que la familia de joyeros Tous son fascistas por oponerse al secesionismo...».

Las palabras pueden convertirse en espadas. Y algunas, más que en espadas, tienen ahora el inquietante aspecto de motosierras sin control.

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