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El guitarrón del mariachi

ROSEBUD ·

Antonio Badillo

Valencia

Lunes, 21 de noviembre 2022, 23:47

De pronto el hombrecillo recuerda a Abraracúrcix. Le ocurre al sentir que el cielo se le cae encima; cuando sobreviene el jamacuco y la cabalgata de las valquirias se vuelve balada en contraste con la sinfonía de malestares que quiebra su noche. Retortijones del demonio, ... una maraca por cabeza, hormigas en los dedos, el pecho arponeado y el cuerpo triturado como para albóndigas, un, dos, tres, picadora Moulinex. Se lanza al teléfono y tras el hilo invisible una voz amable escucha síntomas y dicta sentencia con la disciplina del mecánico que apunta a la junta de la trócola. Va a ser un virus, le dice. Pero el hombrecillo no se queda tranquilo. Recuerda que un colega empezó con síntomas como de atracón de garbanzos y luego era un infarto, de modo que insiste. ¿No podrían venir a verme, no sea que me esté muriendo? Usted obsérvese y si empeora vaya a un hospital, ofrece la voz amable por alternativa. No está mal pensado, al fin y al cabo quién se diagnosticará con más cariño que uno mismo. Y si ha de coger el coche en su tempestuosa madrugada, ya de paso pone gasolina. Trata pues de conciliar el sueño, mientras el reloj matrícula de Cupertino le advierte de que el corazón está perezoso; será cosa del virus, lo ha dicho la voz amable. Y mira por dónde resulta que amanece y el cielo sigue allá arriba, de modo que sin rastro de la supuesta afección vírica el hombrecillo activa protocolos. Hablar con su médico de cabecera le cuesta catorce días, hacerse un análisis de sangre otros treinta, y once más lograr una segunda visita para evaluar resultados. Total, que te indispones en Año Nuevo y sacas algo en claro para Fallas. Eso es un puente. Pero como todos deberíamos mirar nuestro reflejo en el interior de una cuchara para vernos del revés, el hombrecillo quejoso, anda que si me estoy muriendo, halla réplica en el testimonio de una enfermera con alma estadística. Ella le cuenta que por cada persona que tiene cita para una extracción de sangre y no acude se pierden tres turnos: el suyo, el no asignado a otro paciente en su lugar y el que habrá que volver a darle. Y piense en las veces que el doctor sale a llamar a un enfermo y no está. Pues sepa que el 50% de las consultas presenciales ya acaban en incomparecencia. Se siente entonces el hombrecillo mariachi y en compañía de su enfermera se arranca por rancheras para cantar lo de la piedra en el camino: ¡rodar y rodar! He ahí nuestro destino. Lo cuenta el periódico: hay pocos médicos, con salarios indignos, y a veces hasta les pegan; las listas de espera quirúrgica son chicle, las UCI pediátricas metros en hora punta y las Urgencias albergues por la escasez de camas en planta; el Covid deja en Europa un millón de cánceres sin diagnosticar, las farmacias buscan medicinas y a los españoles sólo la economía y los políticos nos preocupan más que la sanidad. ¿He dicho políticos? Igual es porque mientras nuestro cielo pende de un hilo ellos revierten gestiones, frenan derivaciones y conciertos, guerrean con la salud ajena con fines electorales o cuestionan donaciones en función del mecenas... Ah, y aquí priman el conocimiento del valenciano sobre la formación especializada, como si estar 'malalt' fuera menos grave que enfermar. Ándale mariachi, pásame tu guitarrón a ver si me explica cómo narices hemos sobrevivido a una pandemia con estos liderazgos.

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