Nos gusta conocer el origen de lo que comemos
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Según destaca una acreditada marca de alimentación, el consumidor español es cada vez más exigente y quiere conocer el origen de los alimentos que consume ... y los procesos de elaboración.
Seguro que hay unanimidad al respecto. Prácticamente todos estaremos de acuerdo con ello, porque es puro sentido común. Lo lógico es que uno desee conocer qué es lo que come, de dónde procede, como se ha obtenido... Lo máximo que sea posible, naturalmente. Hasta nos extrañaría que alguien dijera que no quiere saber nada al respecto. Puede que haya gente pasota, indiferente, pero que se nieguen a saber... Entonces, ¿era necesario que viniera una compañía multinacional a recordarnos tal extremo?
El alejamiento de la mayor parte de la población del origen de las cosas que nos rodean, incluida la comida, justifica cualquier iniciativa correctora.
Es obvio que el interés directo de una compañía marquista está en defender su posición y atrincherar sus productos bajo el amparo de marcas reconocidas, sobre todo para tratar de contrarrestar la tendencia de enfrente, cuando las grandes cadenas de supermercados se esfuerzan en hacer crecer sus propias marcas, o sea las llamadas 'marcas blancas'.
A elaboradores y fabricantes les trae más a cuenta vender con sus marcas, porque si pierden terreno con ellas han de resignarse a ser meros proveedoras de marcas genéricas de sus poderosos clientes, y ahí pierden iniciativa, protagonismo y dinero. Por eso cobra razón de ser el esfuerzo de destacar que al consumidor le gusta saber el origen de lo que consume, porque se da a entender que con las marcas reconocidas ya se informa bien de ello, mientras que con las 'blancas' o genéricas se difumina todo.
Y es cierto, lo vemos a diario, cuando ciertas cadenas -no todas- se empeñan en alzarse como responsables máximas de sus marcas propias. En las etiquetas sólo se indentifican los datos de la gran cadena, para nada los de quién se lo hace, cuando es evidente que la firma del supermercado no ordeña vacas, ni elabora vino, ni hace queso. Y resulta que nos gusta saber quién lo fabrica; en contra de lo que suponen, nos satisface conocer para comparar, y nos aporta mayor credibilidad que su impersonal camuflaje.
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