Directo Sigue el minuto a minuto del superdomingo fallero

Coronavirus. Día dos. Sigo en el hospital, aislado y con los mismos síntomas; sin fiebre, sin molestias, con un poco de tos y paracetamol. Fin de la cita. Creo importante relatarles mi estado de salud cada día para, si les ocurre lo que a mi, sepan que todo va a ir bien.

Publicidad

Hoy me gustaría contarles cuál era mi gran preocupación la noche en la que me confirmaron el positivo. Tras bucear en mi memoria para avisar a todas aquellas personas con las que había podido tener trato directo, empece a pensar en el resto. Soy periodista deportivo y sabía las consecuencias que iba a tener.

Mi cabeza empezó a perfilar con preocupación el siguiente movimiento. Cualquier cosa que dijera iba a acaparar grandes titulares. Intenté centrarme en una idea; tienes que contar lo que pasa con sinceridad, tranquilidad y rigor.

Lo que no les he contado aún es por que tanta preocupación por enviar un mensaje tranquilizador. Desde que quedé aislado en un box a la espera de resultados, todo cambió. Residentes, médicos, enfermeras... se acercaban para ver desde el otro lado del ventanal a 'el paciente del coronavirus'. Pero no me miraban con curiosidad sino con miedo. ¿Miedo a qué? pensaba yo. ¿No me ven? Yo optaba por sonreír, tratando de hacer entender a esas miradas asustadas que lo que estaban viendo no era real. No había peligro. Estaban solo ante un tipo medio resfriado que había optado por la prudencia de ir al hospital. La imagen me acompañó toda la noche. Algo no estamos haciendo bien cuando a un virus nada peligroso la ciudadanía lo trata como una cepa letal del ébola.

Por eso mi preocupación enviar un mensaje que aportara algo. Porque tenemos que cambiar esa mirada al coronavirus. El miedo es absurdo e irreal. Tengo 44 años y estoy infectado. No me ocurre nada. No me pasa nasa. Estoy hasta el gorro de estar aislado -lógico que lo esté- pero ese es mi mayor problema. Cálmense y miren todo con otro prisma. Y si se cruzan con el coronavirus dedíquenle una sonrisa. Como yo regalaba a todas esas miradas para intentar combatir el miedo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias al mejor precio: 3 meses por 1€

Publicidad