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Hacerse perdonar

Que desistan, jamás se harán perdonar por los que gobiernan la Comunidad Valenciana

Lunes, 7 de noviembre 2022

El cardenal valenciano Vicente Enrique y Tarancón fue una figura clave de la Transición. Controvertido para unos y admirable para otros, sea como fuere, y ... en consideración análoga a todos aquellos que pilotaron aquella asombrosa transición política, es de reconocerle la ingente labor desarrollada en unos tiempos convulsos y su valía intelectual. El burrianero, que tuvo la difícil tarea de presidir la Conferencia Episcopal durante el tránsito de la dictadura a la democracia, se granjeó la enemistad del «búnker» franquista por sus esfuerzos para desligar a la Iglesia del bando vencedor de la Guerra Civil. En ello lleva entretenido el clero español desde finales del siglo pasado, lastrado por la pesada carga histórica de haber servido de justificación moral para la «cruzada nacional» y, a la vez, de que su jerarquía colaborara estrechamente con el régimen y permaneciera integrada de facto en las estructuras de poder durante los casi cuarenta años de dictadura. Es comprensible pues que el catolicismo español, en coherencia con su carácter universalista, quiera ganar una posición de imparcialidad arrimándose a aquél que marca la centralidad política en España: sorprendentemente y según Cayetana Álvarez de Toledo, el nacionalismo reaccionario. Y así es en efecto. Claro que, teniendo en cuenta que el nacionalismo valenciano es testimonial, aquí acabaron por adherirse al sucursalista, que era el que tenían más a mano y el que había sido afianzado institucionalmente por la socialdemocracia y el centro-derecha locales. Por eso y por, como aclaró en su día el secretario general de Valencia Unida, Fernando Chiva, la vigencia de una suerte de contrato tácito según el cual a cambio de enseñar en su extensa red de centros educativos ese patois cocinado en las universidades públicas primero, por la AVL después, podrían proseguir con su acción educativa pastoral sin trabas. Pero cuando los frutos amargos del adoctrinamiento maduraron y estos pudieron gobernar, se desató la persecución a los conciertos educativos; con especial inquina contra la escuela católica. Por eso es inútil que los feligreses de la iglesia arciprestal de Villarreal planten una cuatribarrada de un tamaño considerable en medio del cementerio municipal el día de Todos los Santos, o que escriban, en el colmo del patetismo esnobista, «cementiri» en sus redes sociales para compadrear con la modernor pancatalanista. Que desistan, jamás se harán perdonar por los que hoy gobiernan la Comunidad Valenciana y, lo más grave, podría acabar pareciendo que parte de la Iglesia valenciana siente más apego por el poder de turno que por su rebaño.

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