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Dicen que el plástico es un terrible enemigo del planeta; pero cuando ha llegado la hora del apuro ha sido escudo seguro, refugio amable, llave de seguridad. Incluso cuando todo estuvo al borde del caos, cuando faltaban elementos de protección para los sanitarios de la primera fila, las humildes bolsas de basura -siempre de plástico- salvaron vidas de enfermos y cuidadores.
Los datos que hace pocos días dio a conocer el Ayuntamiento sobre la recogida de residuos durante el confinamiento, son aleccionadores. Al cerrar el comercio y la hostelería, el volumen de basuras recogidas bajó de forma muy llamativa; y eso que no se han podido contabilizar los miles de casos en los que hemos empleado las horas muertas en poner orden en la casa y hacer limpieza de papelotes y toda clase de trastos, incluidos muchos muebles. Estudiar mejor los datos que ha dado la contrata, entrar en los apasionantes detalles de las basuras, nos daría conclusiones interesantes: el aumento de los hábitos de higiene de millones de personas confinadas ¿en qué se ha traducido? ¿Qué ha aumentado más, el uso de plástico o de papel?
Desde los años cincuenta y sesenta, la civilización del consumo, el bienestar y la higiene ha sido posible gracias a un derivado del petróleo, el plástico, que se ha hecho imprescindible. Sin gran esfuerzo, el plástico demostró que servía tanto para 'envolver' agua o jeringuillas como para vestirnos. Desbancó al vidrio, la tela, el cartón y el papel y dejó en la cuneta de la historia al yute, el esparto y el lino. La mitad de los coches están hechos de plástico. Las previsiones de consumo mundial, en el año 2020, eran del orden de los 500 millones de toneladas; pero el caso es que con este derivado del petróleo tan satanizado hacemos de todo, desde la delicada película que protege el bistec hasta cojinetes de alta resistencia para máquinas complicadas.
Si pudiéramos llegar al refinamiento estadístico de separar los plásticos del conjunto de las basuras producidas, sabríamos en qué punto estamos y cómo se puede medir el terrible parón que ha sacudido la economía en hábitos de vida. También nos daría pautas para estimular lo que más interesa, que es cómo conseguir que los plásticos de consumo diario se destruyan con más facilidad, dado que su alternativa, el papel, no es menos sensible porque consume madera y vegetales. Pero para eso está la ciencia.
Mientras tanto, dejo aquí mi pequeño homenaje al plástico. Y el dato de que en España reciclamos el 37%, 18 kilos por persona y año, una cifra que aun se airea poco aunque puede mejorar.
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